En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fernando Rueda.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Madrid, la
ciudad donde nací, me ofrece todo lo que deseo. Sin ella, solo querría vivir en
un pequeño pueblo junto al mar, lo único que me falta cada día.
¿Prefiere los animales a la gente?
Yo soy muy
de personas, del contacto con gente soñadora y cariñosa. Me gustan los animales
pero no son imprescindibles en mi vida.
¿Es usted cruel?
Jamás, hay que
tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Incluso me cuesta tratar
con personajes que lo son. Detecto la crueldad.
¿Tiene muchos amigos?
Me rodean muchas
personas a las que quiero y aprecio, pero la palabra amigos tiene un
significado muy exigente en mi vocabulario. No son muchísimos, pero son
increíblemente buenos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean capaces de
estar ahí cuando los necesito, igual que yo intento estar pendientes de ellos,
algo que no siempre cumplo. Por lo demás, acepto a las personas como son,
aunque no me gusten algunos aspectos de su forma de ser.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Intento vivir la
vida con alegría, pendiente de las personas a las que quiero. Exijo poco,
aunque la decepción es un sentimiento tristemente humano.
¿Es usted una persona sincera?
En mi vida
privada lo intento, aunque no lo soy del todo cuando eso supone hacer daño a la
otra persona. La sinceridad es un arma que algunos utilizan como amparo para
decir burradas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Lo prioritario es
estar con mis seres queridos. Después disfruto imaginando historias y
creándolas para mis libros o la radio.
¿Qué le da más miedo?
Que las
personas a las que quiero no sean felices o no sean capaces de ver la felicidad
que los rodea.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
El mal trato a los
seres humanos, la manipulación, el engaño, la agresividad… la mentira.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Mis
orígenes están en el periodismo y siempre lo he compatibilizado con los libros.
Muchos de ellos suman mi faceta de periodista investigador con la de escritor.
El ejemplo más claro es mi actual libro “Destrucción masiva, nuestro hombre en
Bagdad”, un True Crime, una historia basada en hechos reales.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Juego al
padel y trato de caminar mucho, lo que me ofrece tiempo para pensar en mis historias
de espías.
¿Sabe cocinar?
Sí, pero todo de una
gran sencillez. La suerte que tengo es que mis hijos son muy agradecidos y les
encanta todo lo que hago.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Mikel Lejarza, El
Lobo, el topo del servicio secreto que se infiltró en ETA. He escrito dos
novelas sobre él y su biografía, “Yo confieso”. Dada mi especialidad en asuntos
de espionaje, tengo que reconocer que las historias reales de espías me
fascinan.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor. Sin ella y lo
que contiene no merecería la pena vivir. El amor por una mujer, por unos hijos,
por unos padres, unos hermanos…
¿Y la más peligrosa?
Guerra.
Nunca la he vivido, pero entraña lo peor de un ser humano.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Jamás, pero no he
podido evitar el sentimiento de odio en algunas ocasiones.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Llevo sin votar
muchos años. Mi problema es que el periodismo de investigación me llevó a
ejercer el control social del poder sobre gobiernos socialistas y populares, y
contemple y descubrí lo peor de cada casa. Ya no me creo casi nada de ningún
político.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nunca lo
he pensado, ni me atrae ese ejercicio. Estoy feliz de ser Fernando Rueda asimilando
mis fallos y aciertos.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Mi familia diría que
los puros, lo único que fumo. Los demás son inconfesables.
¿Y sus virtudes?
Esas prefiero que en
otra entrevista te las cuenten mis amigos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un paseo de la mano
con mi mujer, un viaje a Londres con mis hijas, mi madre dándome besos, las
peleas de pequeño con mis hermanos…
T. M.