En 1972, Truman Capote publicó un original
texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló
«Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar
sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte,
forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra
cara, la de la vida, de Fernando Arrabal.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de
él, ¿cuál elegiría?
Por lo general las épocas
de verdadero confinamiento (sanatorio hospital, cuna, cárcel, etc.)
fueron para mí llevaderas salvo los primeros momentos. ¿Qué
pueden testimoniar los espectadores involuntarios de un tifón
desatado?
¿Prefiere los animales a la gente?
¿Es usted cruel?
Si es conmigo
mismo: lo menos posible. El único pájaro sin alas es el asno.
¿Tiene muchos amigos?
En La promenade de
Venus, con André Breton,
nos reuníamos diariamente unas dos docenas de surrealistas. En el cenáculo de Nathalie Sarraute, mensualmente ¿algo menos
de la mitad? Y en
las tertulias de mi casa, depende de la ocasión. Ni en
Babia, incluso con dos medio hermanos, se puede crear un hermano.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
En la ‘academia' que creamos en Madrid queríamos, en los años 50, semejarnos a ¡¿Velázquez!? Chloe (como Clo y yo llamamos así siempre
a Toni Morrison) ¿disponía de todas? Increíblemente creía, con los
romanos, que el falo es fascinante (fascinus) y el coño
(cunnus) la causa.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No hay razón
ninguna para que así sea. Si fuéramos instrumentos de viento
el ‘jefe’ nos respetaría como instrumentos de cuerda.
¿Es usted una
persona sincera?
¿Cómo prefiere
ocupar su tiempo libre?
No sé bien de qué habla. El tiempo parece
una creación accidental ¿cuando nuestras decisiones
amenazan nuestra propia debilidad?
¿Qué le da más miedo?
¿Qué le
escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La verdad muchas
cosas más que escandalizarme me sorprenden e incluso muy menudo
me asombran y supongo que a todos desde el tohu-bohu. Lo
único que podemos (hoy y siempre) evocar es
el rigor matemático de la confusión.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa,
¿qué habría hecho?
¿Practica algún
tipo de ejercicio físico?
El ajedrez me
sigue entusiasmando aunque más como glotón óptico que como
practicante magistral.
¿Sabe cocinar?
He comenzado a hacerlo hace tres meses con
mucho entusiasmo, cierta aplicación y pocos dones.
Toda disciplina creo que es tóxica.
Si
el Reader’s
Digest le encargara
escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién
elegiría?
Prefiero hablar de mis cosas, lo poco que sé. Si ese ¿millonario?
se interesara por mí sería bueno que colaborara a la constante ayuda económica
de mi novia desde hace 68 años. Una de las cosas más gratas de
mi dedicación es que a menudo se me pregunte por mi amigo de la
guerra García Lorca o de mis correrías con Franz Kafka.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Conozco muy pocos idiomas, lo que no me permitiría
responder con la claridad o justicia que siempre me importa... a
pesar de las meta-normas de la obstrucción de la contaminación o de la
plétora.
¿Y la más peligrosa?
Diría que no
llegaría a interesarme. Aunque tenemos el derecho plenipotenciario
de desmantelar toda planificación y a
inventar nuestro propio ritmo.
¿Alguna vez ha
querido matar a alguien?
A Franco lo intenté con el hijo de Tristan Tzara. Fue un
error de juventud.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿Cuáles son sus
vicios principales?
La categoría vicio
es tan evolutiva. ¿Conviene ponerse al desnudo pero sin rasgarse las vestiduras?
¿Y sus virtudes?
Imagine que se está
ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la
cabeza?
¡Por favor!
T. M.