lunes, 29 de junio de 2020

Entrevista capotiana a Sara Jaramillo Klinkert

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sara Jaramillo Klinkert.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi cabaña, ubicada en un lugar secreto frente al mar. El sol está garantizado todo el año. La casa es abierta, casi no tiene paredes y entonces uno no sabe si la cabaña está entre la vegetación o la vegetación está dentro de la cabaña.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sin duda, prefiero los animales. Tenemos mucho que aprender de ellos. Al menos no destruyen el mundo en el que viven.
¿Es usted cruel?
No. Las personas crueles me dan miedo, siento que son capaces de las peores cosas.
¿Tiene muchos amigos?
No, muy pocos. Y sigo restando con el paso de los años.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Básicamente las mismas que me ofrece mi perro: lealtad, incondicionalidad y amor. De Kafka, mi gato, no puedo decir lo mismo, pero igual lo adoro más que a mucha gente que conozco.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí, tanto como yo suelo decepcionarlos a ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento serlo, aunque considero las mentiras piadosas como un bien de la humanidad. Creo que en ellas podría encontrarse el germen de la narrativa.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Adoro todas las actividades que me conecten con la naturaleza, eso incluye pasar tiempo con mis mascotas. Tengo dos gatos, un perro y dos loras parlanchinas que me dan invaluables lecciones todos los días.  
¿Qué le da más miedo?
La vejez, el dolor y pensar que algún día mi madre va a morirse. No en ese orden necesariamente.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La corrupción me escandaliza porque siento que de ahí parten todos los problemas de la sociedad actual. Pero más que la corrupción en sí, me escandaliza la forma como la hemos normalizado. Creo que, en el fondo, todos somos corruptos, el problema es de escala.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Tendría un programa de televisión como el de Anthony Bourdain o una panadería o un vivero o un refugio para rescatar guacamayas del tráfico de fauna. Tal vez tendría una casa de retiros de yoga y meditación o me certificaría como guía de avistamiento de aves en la selva. Mi lista es inmensa y absurdamente diversa. Creo que por eso me hice escritora. La literatura es el único lugar en donde caben los mundos posibles e imposibles; los reales y los imaginados.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, hago yoga, soy una gran caminante, soy ciclo montañista. Tengo un trampolín en el cual me desbarato los fines de semana haciendo saltos mortales.
¿Sabe cocinar?
Mucho. Tengo una tienda de especias llamada ábrete sésamo que me ha motivado a aprender cada vez más con el fin de enseñarle a mis clientes. Aparte de eso, tanto mi abuela como mi madre, han sido cocineras excepcionales. Desde niña pasaba mucho tiempo en la cocina ayudándoles y, de paso, enterándome de los chismes familiares. Y después preguntan que de dónde saco el material para escribir…
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Robinson Crusoe. Tengo debilidad por los personajes que, voluntariamente o no, quedan excluidos de la sociedad tal cual la conocemos. La pugna entre lo «salvaje» y lo «civilizado» es una temática que me llama mucho la atención. Lo vivo actualmente en mi cabaña que está situada en un lugar muy agreste en el cual no entra ni la mirada de Dios. Estoy segura de que algún día voy a escribir sobre eso.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Más que una palabra es una expresión: Página en blanco. Me da esperanza porque ahí cabe todo. Absolutamente todo.
¿Y la más peligrosa?
Religión.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Literariamente maté a mi propio padre. Creo que fue suficiente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Hablar de tendencias implica tomar partido y eso es algo que me parece extremadamente arcaico hoy en día. Borges dijo una vez que no le interesaba la política sino la ética porque si cada ser humano actúa éticamente eso tendría un efecto político muy grande. Me declaro Borgiana hasta la médula.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un ave, sin duda. Que los seres humanos no podamos volar me parece un error gravísimo de diseño.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El café, el sol y el dulce son tres cosas que me gustan tanto que trascendieron la categoría de hábito y ahora son vicios contra los cuales ni siquiera peleo. Con respecto a arrancarme la piel del borde de las uñas tengo que decir que no he podido superarlo y, a estas alturas de la vida, no creo que lo logre. Es muy perturbador, casi como ser un poco caníbal.
¿Y sus virtudes?
Tengo una capacidad infinita de asombrarme con cosas o situaciones que la mayoría de la gente considera nimias. Una compañera me dijo un día que cuando me escuchaba hablar con tanta pasión acerca de tantas cosas, ella se preguntaba si acaso se estaba perdiendo lo mejor de la vida. Acepto que tengo cierta tendencia a la exageración al punto de que mi grupo cercano de amigos me llama hiperbólica.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Estuve a punto de ahogarme una vez y me parece que lo del esquema clásico es una idea meramente cinematográfica. Yo me recuerdo pataleando y tragando agua mientras miraba lo cerca que estaba la superficie y, al mismo tiempo, lo imposible que me resultaba alcanzarla. De hecho, nunca la alcancé y si estoy viva es porque alguien se lanzó al agua para rescatarme. Tengo esa imagen muy viva en mi recuerdo, pero no cargo ningún tipo de trauma respecto al agua. De hecho, me encanta nadar.
T. M.