martes, 21 de julio de 2020

Entrevista capotiana a Miguel Pardeza Pichardo


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Pardeza Pichardo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En mi casa, no conozco un lugar mejor en el que, llegado el caso, tuviera que encerrarme hasta el fin de los tiempos.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, pese a sus infinitas miserias, la gente da más juego, para lo bueno y para lo malo.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos, digamos que los suficientes, quien dice tener muchos amigos es posible que no tenga ninguno.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No espero nada en especial, complicidad, aficiones, lealtad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los amigos no. Aquellos que me decepcionaron no eran en realidad amigos, sino conocidos con formato de amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
Aceptablemente sincera, pero, si tengo que callar por no herir, callo. La absoluta franqueza es un atropello cuando alguien te importa de verdad. Tampoco miento por mentir, y en todo caso siempre es preferible decir la verdad, salvo, como digo, que quede comprometida la estabilidad de quien tiene que oírla.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No tengo tiempo libre, siempre estoy ocupado. Mi suerte es que me ocupo en cosas que me gustan.
¿Qué le da más miedo?
La estupidez y la maldad disfrazada de bondad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La manipulación del ignorante en beneficio propio.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No sé, quizá ser guía de montaña, o gestionar una flotilla de pescadores. Aunque lo mejor, quizá, liderar un banda de músicos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sólo salgo a correr, cuando el cuerpo me lo pide, lo que suele ocurrirme más en verano que en invierno. El frío me echa para atrás. A veces me voy sólo, otras con mi perro, que no suele seguirme el ritmo.
¿Sabe cocinar?
Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sobre el Lazarillo y sobre Jim Hawkins.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Perdón.
¿Y la más peligrosa?
Yo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
 Lo cierto es que no. Pero tampoco soy un santo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Democráticas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nunca se me había ocurrido, estoy bien con lo que me ha tocado en el reparto metafísico.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tengo más vicios que el buen vino.
¿Y sus virtudes?
Alguna tendré, pero hace tiempo que no tengo noticias de ellas. Si acaso la casi absoluta faltad de vanidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un cabo o una mano para sacarme del aprieto.
T. M.