Mi más antiguo y querido amigo, el mejor diseñador gráfico del mundo, Sergi Naches, se está reinventando con su habitual brillantez tras sus diversos trabajos, a lo largo de más de dos décadas, en agencias publicitarias. Lo hace desde su cuenta de Instagram, en la que se puede ver cómo ha creado su logotipo personal y puede disfrutarse de su serie de neologismos inventados para esta etapa pandémica, que cada día va adquiriendo más y más seguidores, asombrados.
Y es que no solo la mirada de Sergi es fotográfica, con la que encuadra el mundo entero; no únicamente tiene en sus ojos una paleta de matices con la da y recibe colores de su entorno; no solamente es un artista inconmensurable de lo visual y las formas las 24 horas al día, sino que siempre ha manifestado una sutil inteligencia a la hora de hacer juegos de palabras, de percibir y tratar el lenguaje en toda su infinita potencialidad.
Yo sé bien de lo que hablo, pues no en balde ya en los años noventa me beneficié de uno de sus términos geniales, para mi libro de poesía Labor de melancoholismo. Un ejemplo del modo en que, de continuo, Sergi usa las palabras con fino humor, con una creatividad lúdica que le sale a borbotones y que nos hace tan felices a los que le queremos y admiramos, sintiendo que él, llevándolo a cabo (estoy parafraseando su propio lema), es genuina y profundamente feliz.