La sobremedicación, el poder omnívoro –a veces lleno de corruptelas– de las compañías farmacéuticas, los medicamentos cuya función es la contraria a la que predican, son uno de los asuntos en que ha incursionado este científico valiente y gran divulgador, el danés Peter Gøtzsche. Gracias a libros como este, así las cosas, podremos conocer la importancia de la vacuna de la viruela, que antes había matado a quinientos millones de personas. Ya lo dijo el protagonista de “Medianoche en París”, una suerte de viajero en el tiempo que desde la actualidad viajaba a la época de la Belle Époque y en algún momento dado, muy en la línea del habitual sentido del humor de Woody Allen, decía que no viviría en esos años al no existir aún los analgésicos.
Lo importante en este contexto, empero, más allá de la evidencia de que la vacunación ha traído salud y una esperanza de vida sin igual a lo largo de la historia, es el hecho de que Gøtzsche, como dice en el prólogo Francisco Salmerón, responsable de vacunas de la Agencia del Medicamento durante 25 años, pone en todo ello un enfoque realista. Lo hace analizando la dimensión comercial ligada a este mundillo que a veces se aleja de la verdad objetiva e incluso propende a una falta de ética obvia y retorcida.
En otro prólogo, Enrique Gavilán, que publicó hace poco “Cuando ya no puedes más”, un libro que cuenta el desgaste de un médico de atención primaria, dice acertadamente que los principales problemas de la sociedad actual son el exceso de información y el miedo. Dos asuntos estrechamente ligados que libros como el de Gøtzsche ayudan a combatir, reforzando la idea de que no es absurdo estar a favor o en contra de las vacunas, sino que simplemente algunas son necesarias, otras prescindibles y en otras existen dudas razonables, y que incluso su efecto y recomendación varía según las circunstancias de cada persona o población. Un trabajo para poner en nuestro botiquín moral.
Publicado en La Razón, 9-I-2021