miércoles, 15 de septiembre de 2021

Entrevista capotiana a Sara Prida Vega

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sara Prida Vega.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Si no pudiera salir, cualquier lugar acabaría adquiriendo las connotaciones de una cárcel. Aunque, como lo que las constituye de facto son sus muros, optaría por ampliarlos todo lo posible. El Mundo, en definitiva, podría ser una cárcel bonita y agradable, pese a la contaminación, y acepto desaparecer con el resto de animales llegado el caso. De todos modos, no me veo en un viaje interplanetario, tengo muchos problemas en una rodilla que empeorarían con los saltos espaciales, y me mareo en todos los transportes.

¿Prefiere los animales a la gente? Imagino que lo más correcto sería decir que no, pero sí. Aunque habría que matizar de qué animales y de qué gente estamos hablando. Me aterrorizan los delfines rosas, y los humanos verdes. Ante tales parámetros, no sabría elegir.

¿Es usted cruel? No, pero ojalá lo fuera. Tengo un exceso de empatía preocupante, que me ha traído muchos quebraderos de cabeza, y pocas retribuciones, al margen de mantener en mi vida a gente muy bonita e interesante.

¿Tiene muchos amigos? No, los buenos amigos nunca sobran, de modo que en ningún caso podría decir que son muchos. Quizá sí muy variopintos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La inteligencia y la rebeldía. Sin inteligencia es inviable una buena conversación, algo clave para el desarrollo de la amistad en tanto que soy una persona de cerveza y de café. Y la carencia de rebeldía me genera mucho desinterés hacia el otro.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Por su inteligencia no, por su falta de rebeldía sí. Supongo que todos acabamos aceptando situaciones que nos parecían inaceptables desde fuera, o siendo poco coherentes con nosotros mismos. Tal vez sea algo inevitable en el marco del tardocapitalismo. Como decía Debord: «no se puede combatir la alienación desde formas alienadas».

¿Es usted una persona sincera? Sí, demasiado. No me gustan, siquiera, las mentiras piadosas. Puede que sea lo único que heredé del tiempo cantando en el coro de la iglesia, al margen de esta voz angelical.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En mi caso, el problema es conseguir tener algo que pueda denominar «tiempo libre» con propiedad. Quiero hacer e investigar todo lo existente, así que me debato entre la pintura al óleo, la crítica cinematográfica, el macramé, la lectura, las acuarelas, el arte del tatuaje y la poesía. Pero no me niego a la cerámica, el bordado o la pintura mural. En fin… ¿tiempo libre? ¿Eso qué es?

¿Qué le da más miedo? Tengo una amplia colección de miedos pragmáticos que se fusionan con otra de miedos estúpidos. Pese a haber entrado en los treinta, sigo teniendo algo de miedo a la oscuridad, pero también tengo talasofobia y miedo a los dinosaurios. Ya que hablábamos de los amigos, abandoné una amistad a los seis años porque se hizo fan de Jurassic Park. Así que habría que sumar a la inteligencia y la rebeldía el odio a los dinosaurios. O que, si te gustan, no hagas gala de ello estando conmigo en ningún caso.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Creo que soy una persona difícil de escandalizar. Aun así, me escandaliza el trato hacia los animales en general, tanto cómo tratamos a otras especies (la caza, la pesca, la industria láctea y cárnica...) como entre nuestra propia especie (guerras, fronteras, homofobia…).

Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No creo que se pueda escapar a la escritura, ni que esta implique una decisión consciente, como tampoco la creatividad en general. La poesía es el vómito del alma cuando ya no aguanta la tensión de la cotidianeidad, para dinamitarla, o para crear otros mundos. Pero supongo que si no pudiera escribir, continuaría  con mi trabajo de funcionaria de prisiones… digooo… de profesora de Filosofía en un instituto. Pero, ¿acaso no construimos los institutos como cárceles?

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? NO. El ejercicio y yo somos enemigos naturales, y establecimos unas normas claras de convivencia: yo no me inmiscuyo en su campo, y él, a cambio, finge que no sabe nada de mi existencia. El movimiento está muy sobrevalorado en esta sociedad, excepto si hablamos del cine.

¿Sabe cocinar? Sí, no sólo sé cocinar, sino que la cocina es una de las actividades que más disfruto. Es terapéutica para mí. Entro en la cocina enfadada y salgo sonriente con alguna invención nueva entre manos, porque, eso sí, jamás he conseguido seguir al pie de la letra una receta, ni siquiera las mías.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Creo que aprovecharía la ocasión para rescatar la figura de Poppy Z. Brite, un autor transgénero estadounidense que se afincó en Nueva Orleans y trastocó los parámetros del terror moderno, por su forma exquisita de hibridar los temas góticos con lo sexual, lo cotidiano y lo macabro.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Libertad, siempre. Podría decir «justicia», pero al pensarla se nos vienen a todos a la mente estrados y gente enfadada con mazos y pelucas. Libertad es la más pura, aunque por desgracia funcione solo como una idea regulativa.

¿Y la más peligrosa? Pero. «Pero» es una palabra venenosa y malvada, que sirve para que anide el prejuicio en lo más profundo de nosotros. «Yo no soy racista, pero…», «Yo tengo muchos amigos homosexuales, pero…», «Yo creo en el derecho a la vida, pero…». Peligrosísima.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Claro. Sobre todo a las siete de la mañana, antes de haber tomado un café. Aunque si matase a alguien tendría que tener razones muy fundamentadas, y sería algo sutil y metafórico. Como un té de tejo o una cuerda de piano. Un asesinato casi novelesco que urdiría como una obra literaria.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? A la izquierda de la izquierda. Supongo que se podría decir que neomarxista en el sentido de la Escuela de Frankfurt.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Tengo dos gatos, Hulla y Grisú, y me cambiaría por cualquiera sin dudarlo. Cuando voy a trabajar para conseguirnos alimento a todos mientras ellos se quedan en la cama, nunca puedo evitar pensar que me equivoqué al elegir especie. Dormir casi todo el día y planear ultrajes contra las cosas aladas al despertar es muy tentador.

¿Cuáles son sus vicios principales? Me encanta la idea de vicios principales y secundarios, pero no sé si sería justo categorizarlos. Fumo socialmente de forma muy ocasional, me gusta la cerveza, gasto más dinero en libros del que debería y soy incapaz de resistirme a las plantas de interior, pese a mi nomadismo.

¿Y sus virtudes? Sé tocarme la punta de la nariz con la lengua, contar el cuento de Caperucita al revés y vestir una mesa de acuerdo al protocolo y la etiqueta, todos ellos dones que heredé de mi madre. También tiro con arco y soy una cinéfila empedernida, por mi padre.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Recordad mi talasofobia. Si me estuviera ahogando estaría tan aterrorizada que no tendría ocasión de ver una película de mi vida en ese momento, por suerte. No creo haber tenido una mala vida, pero gran parte no querría rememorarla. Ha sido suficiente con un pase privado y en exclusiva, no diferido.

T. M.