En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Cristian Acevedo.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi primera respuesta fue “la infancia”. Me
gustaba. Creí que era una respuesta sincera. Pero releyendo descubrí que no.
Uno suele recordar únicamente las cosas buenas de la infancia, que seguramente
fueron las menos. La infancia suele estar muy romantizada. Así que me quedo con
esta segunda respuesta, que no sé si es para subrayar, pero es sincera. Me
permito parafrasear a Mark Twain en Diarios
de Adán y Eva, y diré que quisiera estar dondequiera que ella esté,
porque allí será el paraíso.
¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero
los animales. También las plantas. Creo que prefiero a cualquier ser vivo antes
que a la gente. Estoy generalizando, claro está, porque si acercamos un poco la
cámara, la gente deja de serlo y se convierte en personas con nombre y
apellido, y ahí la cosa es bien distinta. O no.
¿Es usted cruel? Puedo ser muy cruel
en mis textos. Ahí donde me permito cierta dosis diaria de crueldad. Está muy
bien decir eso, ¿no? Pero debo confesar que, muy a mi pesar, muchas veces miro
hacia atrás y me reconozco ejerciendo la crueldad de manera consciente. Y lo
lamento mucho, de veras. Uno podrá no ser cruel en el presente, pero eso no te
exime de tus crueldades del pasado.
¿Tiene muchos amigos? Son unos cuatro,
cinco: ya pasados los cuarenta, puede decirse que son muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Tengo la sana
costumbre de no andar por ahí buscando cualidades en las personas, para ver si
cumplen con tal o cual requisito. Lo que puedo decir de mis amigos, ahora que
lo pienso, es que tengo la certeza de que podré contar con ellos cuando los
necesite. Y que ellos también saben que podrán contar conmigo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Conozco a la mayoría
de mis amigos desde los seis años. Lejos de decepcionarme, me sorprende para
bien todo lo que han logrado en sus vidas. Imagino que a ellos les sucede
igual. La verdad es que intuyo que ninguno habría apostado ni un centavo por el
Cristian Acevedo aquel, así que me atrevo a decir que la decepción no es algo
que forme parte de nuestra amistad.
¿Es usted una persona sincera? Por
supuesto, al menos en el 50% de las veces.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, cocinando, yendo
al cine.
¿Qué le da más miedo? La vejez,
la muerte, el olvido.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Escandalizarse es de gente mayor. Cuando algo me
escandalice, sabré que he llegado a cierta edad y que, de ahí en más, todo será
hacia abajo. Aunque… ahora que lo
pienso, advierto que ya mismo me escandaliza la gente que habla en el cine. ¡Vaya
que me escandalizan esos cretinos!
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? No decidí ser escritor. Se
trató de una búsqueda, en la que fui descartando otras actividades (canto,
guitarra, pintura). Digamos que a la escritura le puse más entusiasmo y
dedicación que a las otras. Tal vez porque me complacía más que las otras. Tal
vez porque intuía que había en mí alguna especie de temperamento literario. En
fin. No sé cómo me convertí en escritor, mucho menos sabría qué otra cosa
hubiera podido ser.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Hace poco
abandoné crossfit y empecé
calistenia, veremos cómo me va. De momento, es un millón de veces menos
doloroso.
¿Sabe cocinar? Sí. Soy yo quien cocina en casa.
Disfruto mucho cocinarles a quienes amo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Marcos Mundstock.
Eso me permitiría escribir sobre todos los Les
Luthiers.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amanecer.
¿Y la más peligrosa? Olvido.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Muchas veces he
querido matar con mis propias manos a los que hablan en el cine.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? La política me
provoca, al mismo tiempo, tedio, animadversión y desesperanza.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Dueño de
un cine.
¿Cuáles son sus vicios principales? Dejé de fumar hace
cuatro años. Me queda solo el alcohol, en cantidades no muy altas. A esta
altura, las resacas pueden ser cada vez más prolongadas y lacerantes. Incluiría
también la impaciencia como vicio, que es algo que suelen recriminarme.
¿Y sus virtudes? Me esfuerzo mucho en
varios aspectos de mi vida. En mi actividad, en el trato con mis hijos, en la
relación con mi mujer. Me esfuerzo en ser alguien que sabe escuchar, en alguien
que puede ayudarte, en alguien que piensa cómo hacer mejor las cosas. Por ende,
creo que mi mayor virtud es que me esfuerzo mucho. Y creo que está bien.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Seguramente pensaría
en mi mujer, en mis hijos. En los cretinos que hablan en el cine.
T. M.