Una extensísima vida tuvo Mavis Gallant –nacida en Montreal en 1922 y fallecida en París en 2014, donde llevaba instalada desde 1951–, a lo largo de la cual se hizo un nombre de prestigio dentro del género del cuento, muy en especial, aunque también firmó dos novelas, la primera de las cuales, Agua verde, cielo verde (1959), hace pocos años vio la luz en la editorial Impedimenta. Una primera historia esta que giraba en torno a una relación rota entre una estadounidense divorciada y su hija, y en la que aparecían como escenarios de fondo ciudades como Venecia, Cannes y París.
Su otra novela, novedad en castellano ahora, es Una vida aceptable (1970), que también bebe de esos asuntos de tinte familiar y que pone en el centro la independencia de las mujeres o su impulso por imponer sus criterios. Ambientada en París en los sesenta, A Fairly Good Time tiene como núcleo las opiniones y deseos de Shirley Perrigny, una canadiense de veintisiete años que vive en París y que ha conseguido un segundo marido de lo más apreciable, Philippe, un periodista de éxito. Todo ello está aderezado por un epígrafe extraído de un cuento de Edith Wharton que bien merece la pena transcribir: «Existen muchas formas de ser desdichado, pero solo una de vivir tranquilo: dejar de buscar frenéticamente la felicidad. Si te decides a no ser feliz, no hay motivos para no llevar una vida aceptable.»
Tal existencia aceptable está llena de confusión, empero, pues tenemos a una protagonista con verbo torrencial, incluso a veces delirante, como si Gallant hubiera querido extender el estilo modernista de una Virginia Woolf o un James Joyce en cuanto al tratamiento de la psique, el lenguaje y los pensamientos. El resultado es que obtenemos un texto atractivo pero que divaga en exceso, y que exige que simpaticemos con las ocurrencias o comentarios en apariencia banales de Shirley, toda una especialista en provocar escenas incómodas entre familiares o amigos.
La novela tiene un curioso inicio, con una carta de su madre, de temática botánica, y a ello le sigue el momento en que Shirley vuelve a casa tras echar una mano a una amiga que había intentado suicidarse y tras advertir la ausencia de un marido que acabará por no regresar. En medio de ese cúmulo de sensaciones, aparecerá Claudie Maurel, de quien se hace amiga, y poco a poco el lector irá conociendo los antecedentes del primer matrimonio de Shirley, que había quedado viuda.
Lo que desaparece, aquel que abandona, son los tics literarios de una Gallant que, muy de niña, vio cómo su madre la dejaba con un tutor después de morir su padre. Una autora que empezó a publicar, con veintisiete años, en The New Yorker, relatos caracterizados por reflejar la soledad o el desengaño, casi siempre reflejado en el alma femenina, por lo común a la espera de una situación que mejore sus días o solucione sus diferentes angustias. Sin embargo, tal cosa, irremediablemente, nunca sucederá, y Una vida aceptable es buena prueba de ello.
Publicado en Cultura/s, 26-VI-2022