En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fernando Valverde.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Si se tratara de un país
sería Italia. Si hubiera que elegir una ciudad, Turín. Pasear por la Via Pò es
uno de los mayores placeres. En cualquier caso, estaría preso si no me
encontrara con las personas con las que me gusta estar. Ellos son el espacio de
mi libertad.
¿Prefiere los animales a la gente? En
absoluto, aunque creo que posiblemente la especie humana sea la peor criatura
sobre la tierra. No he logrado empatizar más con un animal que con otra persona.
¿Es usted cruel? He experimentado lo
que es la crueldad y lo que significa. Confío en que la poesía que escribo sólo
tiene sentido si es una búsqueda de la bondad. En ese camino, la crueldad sería
un obstáculo insalvable.
¿Tiene muchos amigos? Muy pocos. Un día
creí tener muchos, pero recordando al poeta Federico Díaz-Granados eran de
"alta estima y baja confianza".
¿Qué cualidades busca en sus amigos? La lealtad. Como el
amor, la amistad no es posible sin lealtad. Desgraciadamente hay quien confunde
la lealtad con la incondicionalidad, con la sumisión a un sistema mafioso que
puede llamarse Estado, Partido, Sindicato o Familia. La lealtad se ejerce desde
la libertad y por ello se elige.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Como le digo apenas
tengo amigos, casi todos me decepcionaron, tal vez exijo lo que no pueden
darme, pero es mi forma de entender la amistad. En nuestra cultura (y me
refiero a España), nos hemos acostumbrado a llamar amigo a cualquier conocido, como
parte de una sociedad obsesionada con el éxito y la popularidad. La realidad es
bien distinta, tenemos pocos amigos y el éxito y la popularidad nos acaban
dejando solos.
¿Es usted una persona sincera? Demasiado
para el mundo de mentira en el que vivimos. En la era de lo falso, ser sincero
es una forma de rebeldía. Tal vez por ese motivo conecté con Shelley y Byron más
que si se trataran de mis contemporáneos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? La lectura y el viaje han sido mis más grandes placeres. Ahora también
pasar todo el tiempo posible con mi hijo Percy, que crece demasiado rápido.
¿Qué le da más miedo? El miedo. Ya
nos lo advirtió Leopardi, no debemos temerle ni a la prisión ni a la muerte, sólo
al miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Hacer daño a un niño. Víctor Hugo escribió que lo que se
le hace a un niño se le hace a Dios y yo no puedo estar más de acuerdo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Habría
sido abogado, pero a ser posible en un país donde la justicia no fuera una
farsa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta
pasear siempre que haya una ciudad por la que hacerlo. No me atrae pasear por
el campo o la montaña. Con el mar es diferente, Byron decía que no existe juventud
sin el mar. Yo fui completamente joven y no es posible olvidarlo.
¿Sabe cocinar? Es una de las actividades que más nervioso me ponen. Hay quien dice que es relajante y por más que lo pienso no logro encontrar ese sentido.
Si el Reader’s Digest
le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable»,
¿a quién elegiría? A Percy B. Shelley. Por eso escribí La
muerte de Adonais. Porque ese muchacho inventó el futuro y murió sin verlo,
como Moisés a las puertas de la tierra prometida.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? La esperanza puede ser lo mismo y lo contrario, puede
salvarnos la vida o destrozárnosla. Ángel González la llamó "araña negra
del atardecer" porque alguna vez le mordió el corazón.
¿Y la más peligrosa? Normal.
Hemos convertido en normales demasiados crímenes, demasiada complicidad y demasiados
comportamientos imperdonables como para mantenerla a salvo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Pero de una manera muy poco exagerada...
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Creo que la ideología es uno de los pensamientos más peligrosos de los seres humanos y que el día que se inventó la sociedad civil, a la manera de Rousseau, nació la desigualdad entre los hombres.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un profeta o un visionario.
¿Cuáles son sus vicios principales? No tengo vicios.
Tengo pequeñas debilidades, como los libros viejos. Pero nada mórbido que pueda
considerarse un vicio.
¿Y sus virtudes? La disciplina y la
capacidad de sacrificio.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Pensaría en el
futuro. En todo lo que sería imposible. Ver crecer a mi hijo, cruzar juntos el
río de Dante hablando de la Vida Nueva.
T. M.