En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ulises Bértolo.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El Madrid de los años 80.
¿Prefiere los animales a la gente? Tengo
perro, creo que la pregunta se responde por sí sola.
¿Es usted cruel? Cuando escribo.
¿Tiene muchos amigos? Creo que ya hablamos
de mi perro.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que no me
juzguen.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No les doy
razones.
¿Es usted una persona sincera? Sí, cuando
no miento.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo.
¿Qué le da más miedo? Que
después de este valle de lágrimas no haya un
paraíso para resarcirnos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Quien mancilla la inocencia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Seguir siendo abogado. Es
la otra cara de mi moneda.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Todos los
que no dependen de otros.
¿Sabe cocinar? Lo justo para alimentarme.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Friedrich
Nietzsche, pues todavía no hemos encontrado a su superhombre.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Sí.
¿Y la más peligrosa? Sectarismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, en sentido
figurado.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? No soy de ideas
fijas. Prefiero que me seduzcan cada día.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Pintor
como mi madre. Es una de mis frustraciones.
¿Cuáles son sus vicios principales? Con la
moral imperante hoy en día, creo que todos inconfesables.
¿Y sus virtudes? Acabar lo que empiezo, y
sobre todo ser optimista, lo cual no viene mal en los tiempos que corren.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Supongo
que las de las cosas hermosas que dieron sentido a mi vida mientras respiraba.
T. M.