jueves, 25 de mayo de 2023

El diplomático que vivió entre espías y nazis

Hace poco descubrimos un diario fabuloso, en que el diplomático chileno Carlos Morla Lynch, que en su momento acogió una de las tertulias literarias más importantes de la época comprendido entre la dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil, hablaba de su trato con grandes escritores, muy en especial García Lorca, a lo largo de los años 1928-1936. Más adelante, llegó un segundo volumen en el que reflejó una España definitivamente sufriente y que acabó por abandonar al término de la contienda. Así, se instaló en Berlín, dando continuidad tanto a su labor diplomática como diarística. Y qué impresionante fue el resultado de ello, como igual de imponente es su edición ahora, a cargo de Inmaculada Lergo Martín y José Miguel González Soriano.


Los “Diarios de Berlín (1939-1940), escritos con una prosa vibrante, son inmejorables para presenciar las acciones del tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial. Todo es tan vívido, que los movimientos de Adolf Hitler, acompañado de Göring y su séquito, se nos hacen inquietantemente cercanos. “El silencio profundo se rompe súbitamente y resuena una ovación clamorosa. Todos los brazos se han tendido hacia adelante y parecen lanzas o bayonetas”, dice en una ocasión en que Führer protagoniza un acto público bien solemne.


El autor ya prevé que se está a las puertas de “una guerra que, salvo un milagro, será catastrófica. ¿A dónde nos conducirá?”, se pregunta. Y, ciertamente, su propio diario irá captando semejante catástrofe. Además, cada entrada del diario resulta siempre intensa y palpitante, ya sea apuntando su obsesión de que todas las mujeres de su entorno pueden ser espías, o hablando de la temperatura gélida de la ciudad el día de Fin de Año, o aludiendo al trato con sus colegas: minúsculos detalles que encierran la clave para descubrir cómo un país afrontó un acontecimiento de consecuencias mayúsculas.


Publicado en La Razón, 20-V-2023