En Stefan Zweig, un aristócrata judío en el corazón de Europa, de 1999, título que en la versión española fue modificado para poner el énfasis en una de las obras del austríaco hasta nombrarlo Zweig y el candelabro. Destino y judaísmo (Alrevés, 2012), Jean-Jacques Lafaye estudió la condición judía como destino irremisible: el de tantos que se vieron obligados a exiliarse o sufrieron la persecución nazi. El judaísmo, en su caso, constituiría un faro moral que influirá en su visión crítica de los acontecimientos trágicos desde 1914 para, de este modo, desarrollar un pacifismo militante e inclinarse por una idealizada sociedad diversa, plural y libre.
El título referido hacía alusión a El candelabro enterrado, sobre el robo del candelabro de siete brazos del Templo de Salomón en plena caída de Roma, y en él se recorrían los años de juventud y madurez del autor austriaco al compás de lo que representaba ser judío para él: «Una apertura espiritual, la conquista de la libertad», primero, hasta que al final, en Brasil, cree «encontrar su nueva Jerusalén, el futuro y la tierra prometida», explicaba Lafaye. Y es que el sionismo –el movimiento político que quiso restablecer una patria para los judíos en tierra israelí y que propulsaría el moderno Estado de Israel– siempre estuvo presente en su conciencia, como dijo él mismo en una entrevista de 1937.
En aquella ocasión, Zweig afirmó que nunca la política había sido tan inmoral y antiética, incluso que vivir ya no le entusiasmaba, así que sólo le quedaba refugiarse en el trabajo. Y a veces su trabajo fue hacer ficciones que parecieron de corte evasivo pero que ahondaban en su tiempo presente. Con razón dice J. Rafael Hernández Arias que, gracias a estas Leyendas, “podemos penetrar en los entresijos de su personalidad, comprobar qué acontecimientos le afectaron más, cuáles fueron sus obsesiones, y cómo luchaba por resolver las paradojas y contradicciones que atenazaban su alma”.
Según el traductor, al leer estas páginas, asistimos a la búsqueda de Zweig del sentido de la vida, y ciertamente ello casa con un género narrativo de sucesos fantásticos que se transmite por tradición, diccionario en mano, o que está basado en hechos o personajes reales para enviar a veces un mensaje moralizante. Ciertamente, Zweig subtituló la mejor de estas obras con la palabra “leyenda”: Los ojos del hermano eterno (1921), que le inspiró el viaje a la India que llevó a cabo en 1908-1909 y su lectura del poema hindú Bhagavadgita.
Situada mucho antes de los tiempos de Buda, narra la historia de un juez virtuoso, Virata, que después de experimentar el destino que les espera a los criminales más abyectos, goza de una especie de iluminación fraterna. A este respecto, recordamos con mucho agrado la adaptación teatral que hizo de este relato Oriol Broggi, en el año 2002, para la Sala Beckett de Barcelona, Els ulls de l’etern germà, con los actores Bruno Oro, Óscar Muñoz y Marc Serra.
Para Hernández Arias, las leyendas sirvieron a Zweig para “dilucidar su propia actitud ante la violencia y el mundo occidental”, tanto en el cuento aludido como en El candelabro enterrado, de 1936, en un momento en que los nacionalsocialistas ya habían señalado a los autores judíos. Él se consideró siempre un europeo que se sentía bien en la diáspora, pero no contempló la necesidad de crear una patria exclusiva para los judíos, como plantearon Theodor Herzl o Martin Buber.
En otra de las leyendas, Raquel discute con Dios (1927), veremos un tratamiento bíblico a partir del encuentro de Jacob con Raquel, en el Génesis; con ello se quiere hablar de por qué la divinidad está obligada a mostrarse misericordiosa y alejarse de conductas vengativas. Por último, el libro se completa con dos textos: el muy breve La leyenda de la tercera paloma (1916), que claramente se puede leer en clave pacifista, en contra de la Gran Guerra, y que recupera la historia de Noé enviando tres aves desde el arca como mensaje, “cuando se cerraron las compuertas del cielo y se secaron las aguas del abismo”; y con Las hermanas iguales y diferentes (1927), sobre dos gemelas insatisfechas respecto a la baja cuna de su madre que representarían simbólica, legendariamente, la razón y la pasión.
Publicado en Cultura/s, 27-V-2023