martes, 17 de octubre de 2023

Entrevista capotiana a Miguel Salas Díaz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Salas Díaz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La ría de Ferrol. Quizás Taiwán, donde viví unos años. Es una pena que ambos lugares estén tan lejos.

¿Prefiere los animales a la gente? No, nunca. Me encantan los animales, y no como carne porque me espanta su industrialización, todo el sufrimiento que les provocan las penosas condiciones en las que se los encierra. Además, me encanta convivir con ellos, pero jamás elegiría un animal por encima de una persona. Un animal no es una cosa, pero tampoco es un ser humano.

¿Es usted cruel? No. Soy consciente de haber daño a otras personas, pero ha sido por inconsciencia, por inseguridad o por egoísmo, pero jamás por crueldad.

¿Tiene muchos amigos? Tengo más amigos de los que merezco. Buenos amigos. Es uno de los aspectos de la vida en los que he tenido más suerte, y todos los días doy gracias por ellos y por mi familia.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La bondad, sobre todo. Lo demás me importa poco, aunque agradezco la inteligencia, la serenidad y la predisposición a la espiritualidad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Gracias a Dios, casi nunca. Cuando me ha pasado, he hecho un esfuerzo por comprender su punto de vista. Nunca he dejado de hablar a un amigo, porque alguna vez me ha sucedido lo contrario y me ha hecho sufrir mucho.

¿Es usted una persona sincera? Si entendemos la sinceridad como una forma sencilla y veraz de estar presente en la vida, lo intento cada día. fracaso con frecuencia, pero intentarlo me parece una de las cosas más importantes del mundo. Si se refiere usted a decir la verdad a los demás, normalmente sí soy sincero, pero no creo que esa sinceridad sea buena siempre, hay cosas que no deben decirse. A veces la sensibilidad es más importante que la sinceridad.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Soy una persona muy aburrida. Me gustan las actividades en soledad o en grupos muy reducidos. En mi tiempo libre paseo, leo, visito librerías, veo películas, quedo a comer con amigos, escucho música, rezo.

¿Qué le da más miedo? De nuevo en esto soy muy convencional. Me asusta el dolor, la enfermedad de mis seres queridos. También tengo miedo a convertirme en alguien que no quiero ser, y es fácil que eso suceda, a pesar de la tremenda mentira moderna de que basta con ser uno mismo y dejarse llevar. Es importante velar, desconfiar del propio ego.  

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me preocupan muchas cosas, y rechazo muchas otras, pero procuro que no me escandalice nada. Rasgarse las vestiduras tiene mucho de impostura, de llamada de atención y de pérdida del control sobre uno mismo. Me pasa, claro, pero intento evitarlo.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me hubiera encantado dedicarme a la artesanía. Ser carpintero, o cantero, por ejemplo. También pastor.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? He practicado muchos años artes marciales, que me entusiasman, pero porque en el fondo son disciplinas espirituales. Ahora salto a la comba media hora, todos los días que puedo, para sudar un poco. También paseo. No me divierte el ejercicio físico, lo hago por higiene.

¿Sabe cocinar? Lo justo como para no morirme de hambre. Tengo la suerte de haber nacido con el paladar de esparto y buen apetito, así que casi cualquier comida me hace disfrutar. Pero no le doy mucha importancia a la comida, aunque sé que la tiene, no solo porque nos nutre, sino también porque nos une.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Rick Deckard, el protagonista de Blade Runner.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Si me diera usted dos palabras, diría “caldo gallego”. Si solo tengo una, “Dios”.

¿Y la más peligrosa? “Yo”.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, nunca. Pero siempre me he preguntado si sería capaz de matar, llegado el caso.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No me encuentro a gusto en ningún movimiento que entienda al ser humano como un ente exclusivamente material, o que apele a su parte más baja, a sus instintos, a sus apetitos, a sus opiniones; a los caprichos de su ego, en definitiva. La política de hoy es toda materialista y pide de nosotros lo peor que tenemos. Es un yermo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un pájaro, o una luciérnaga. Fuego en una chimenea.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soy muy egoísta, sobre todo con mi tiempo. También soy impaciente, y a veces me cuesta confiar en la Providencia.

¿Y sus virtudes? Eso les corresponde a otros decirlo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi familia, espero. Mis abuelos, mis padres, mis hermanos, mis sobrinos. Algunas otras personas a las que quiero mucho. Los paseos por la playa con mi perro, que murió en primavera.

T. M.