En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Guillermo Sánchez.
Si tuviera que vivir en un
solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sevilla. Como decía
Maquiavelo de Florencia, amo a mi ciudad más que a mi propia alma… (y por eso
soy su crítico más furibundo).
¿Prefiere los animales a la gente? Solo a los orangutanes.
¿Es usted cruel? Nunca más que la vida misma.
¿Tiene muchos amigos? Sesenta y tantos, no sé si
son muchos o pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean presenciales,
fundamentalmente. Quiero tener tu presencia, como decía la canción de Seguridad
Social.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Pero siempre les entiendo y
les perdono.
¿Es usted una persona sincera? Sí, pero uso eufemismos para
no dañar a mis congéneres.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Libremente, como su propio
nombre indica, en lo que me de la real gana en cada momento.
¿Qué le da más miedo? Un zombi, mucho más que un
vampiro.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La intolerancia, la egolatría, la estolidez...
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Jugar como un niño en un
recreo, casi da igual a qué juego...
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Todos los deportes... hasta
que una artrosis de rodilla redujo mi espacio al gimnasio.
¿Sabe cocinar? No, pero siempre me
encontrará dándole conversación al cocinero.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al poeta sevillano Juan
Sierra, a quien tanto admiró Jorge Luis Borges.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Su hiperónimo, el sentimiento.
¿Y la más peligrosa? Su antónimo, la desilusión.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca más de diez segundos
seguidos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Imposibles de determinar, he
votado una decena de partidos diferentes en mi vida.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Santo, pero de los que hacen
milagros.
¿Cuáles son sus vicios principales? La quiniela y el quinigol.
¿Y sus virtudes? Mis múltiples variantes
para minimizar las pérdidas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Créame, estuve a punto de
morir ahogado en los últimos años en una playa de Cádiz y y en la playa de los
Diamantes de Islandia, y el mar no concede licencias poéticas desde dentro...
T. M.