En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Edgar Borges.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Un bosque, pienso en varios que he conocido; ahora me viene a la mente uno que visitaba mucho de niño en Caracas.
¿Prefiere los animales a
la gente? Todo depende de la
gente.
¿Es usted cruel? La crueldad hoy es
noticia, así que yo no lo soy.
¿Tiene muchos amigos? Los justos como para no
llenar el salón de mi piso.
¿Qué cualidades busca en
sus amigos? Que estén vacunados contra la amargura y el cinismo.
¿Suelen decepcionarle
sus amigos? Sí, la decepción es una sensación en auge.
¿Es usted una persona
sincera? Eso tendrían que responderlo los amigos que no llenan el salón de mi
piso.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre? No haciendo nada, cuando mucho mirando la vida ajena.
¿Qué le da más miedo? La falta de
movimiento.
¿Qué le escandaliza, si
es que hay algo que le escandalice? La víctima que se convierte en verdugo.
Si no hubiera decidido
ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Sería astronauta.
¿Practica algún tipo de ejercicio
físico? Antes practicaba
fútbol, ahora camino sin parar.
¿Sabe cocinar? No mucho, o, mejor
dicho, casi nada.
Si el Readers Digest le
encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a
quién elegiría? Arthur Rimbaud.
¿Cuál es, en cualquier
idioma, la palabra más llena de esperanza? Ojalá.
¿Y la más peligrosa? Cinismo.
¿Alguna vez ha querido
matar a alguien? No.
¿Cuáles son sus
tendencias políticas? Una izquierda aún por diseñar.
Si pudiera ser otra cosa,
¿qué le gustaría ser? Un gato.
¿Cuáles son sus vicios
principales? El café, el chocolate, el vino.
¿Y sus virtudes? Saber jugar.
Imagine que se está
ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me vería abrazando a mis
dos hijas y a mi gata. Luego me vería corriendo por una calle por donde iba de
niño. Correría y correría hasta desaparecer.
T. M.