“La biografía definitiva de…” reza cada subtítulo de los libros de Eduardo Caamaño (Río de Janeiro, 1972): los que ha dedicado a la vida y obra de autores señeros de la literatura de los siglos XIX y XX Arthur Conan Doyle, Agatha Christie y, ahora, Edgar Allan Poe. Y, en verdad, es tal el calibre investigativo y habilidad literaria de este escritor, que bien podrían considerarse todas estas biografías las “definitivas”. (Lo que se extendería a otros tres libros suyos, sobre Manfred von Richthofen, o sea, El Barón Rojo, Houdini y la historia de la condecoración Cruz de Hierro.) Caamaño sigue el rastro del autor de “El escarabajo de oro” o “La carta robada”, desde su nacimiento, el 19 de enero de 1809 en Boston, hasta su extraña muerte, seis días después de llegar a la ciudad de Baltimore, tras que se le encontrara inconsciente en una taberna, el 7 de octubre de 1849.
El biógrafo ilumina con multitud de detalles esta vida llena de altibajos, de un fuerte adicción al alcohol, de un temperamento sensible que le llevó a interesarse por el arte, el periodismo, por la literatura francesa –como es bien sabido, se distinguió por ser el divulgador de Baudelaire en Estados Unidos–, al tiempo que sufría accesos de melancolía y un comportamiento rebelde que le llevó a cierto aislamiento. En estas páginas, conocemos cómo el fundador del género detectivesco se queda huérfano pronto y se cría en casa de una familia rica de Richmond (Virginia), vive un tiempo en Inglaterra y pasa brevemente por la universidad y el ejército antes de consagrarse a la escritura.
Esta etapa está marcada por “Tamerlane y otros poemas”, obra concebida a los dieciocho años, por la obtención de un premio por “Manuscrito encontrado en una botella” y por el amor por su prima Virginia Clemn, de trece años el día de su boda con el poeta. Asimismo, tiene una especial importancia para el biógrafo el hecho de que Poe renovara la novela gótica y abordara un género emergente como la ciencia ficción, además de interesarse por ámbitos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo.
Publicado en La Razón, 23-XII-2023