martes, 25 de junio de 2024

Entrevista capotiana a Juan José Pastor Comín

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan José Pastor Comín.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En realidad uno no vive en el lugar en el que está, sino en aquel en el que elige estar, sea éste o no un lugar físico. Probablemente pediría mantener vivir la memoria precisa de los lugares visitados. Más importante es, sin duda, con quién quieres vivir. Tengo un especial afecto por San José, en Cabo de Gata, y por todo el parque natural.

¿Prefiere los animales a la gente? Sí, sin duda. No hay ser más fiel que mi perro Robin, un excelente labrador. Dicen que cuando dios dijo “ama al prójimo como a ti mismo”, solo el perro lo entendió.

¿Es usted cruel? Creo que no. Es cierto que puedo reírme de cosas que a los demás les escandalizaría, pero siempre en la intimidad, y desde la convicción de que lo ridículo y lo grotesco son también pilares de nuestra existencia. Nunca he empleado mi tiempo para hacer daño a nadie y nunca me reiría para mostrar crueldad.

¿Tiene muchos amigos? Conocidos muchos. Pero amigos, no: no demasiados. Alguno siempre cercano desde la infancia y muy pocos fraguados en la vida -en la carrera, en mi ciudad adoptiva…

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sepan escuchar, y que juzguen pero con compasión. Su mera compañía en los momentos felices y difíciles es ya mucho.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, nunca. Por eso siguen siendo mis amigos. Sin embargo sí que es cierto que la decepción es el sentimiento más amargo: mucho más que el enfado o la ira contra alguien.

¿Es usted una persona sincera? Sí, si entendemos que aquello que uno calla nunca hará daño a terceros. Suelo dar mi opinión si me la piden, pero con el tiempo he aprendido el valor de la discreción, poco estimada cuando se es joven.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leer, tocar el piano, escuchar música, pasear con mis perros, viajar, pasar mi tiempo en familia, analizar la factura de obras de arte (en música, literatura o pintura)… Creo que soy un privilegiado solo por saber que en mi hogar cada una de estas opciones es una ventana que abro desde la intimidad al mundo.  

¿Qué le da más miedo? Que a mis hijos pueda sucederles cualquier cosa grave en la que yo no pueda ayudarles.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza la soberbia de los políticos ignorantes: de aquellos que olvidan que solo están ahí para servir y confunden poder con servicio. Lamentablemente cada vez hay más ignorantes en puestos de responsabilidad política e institucional, no importa del partido político que procedan. Es una grave tendencia social. Y la apatía y connivencia de quienes lo contemplan sin escandalizarse.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Soy Catedrático en el área de Musicología. Sin embargo me hubiera gustado dedicarme a la música más como un músico práctico -director de orquesta, compositor, incluso miembro de una banda de heavy metal, como discreto teclista. El consuelo es que probablemente no tenga las capacidades para las dos primeras… La última es siempre una opción permanente…

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Desde hace unos años entreno en un gimnasio la fuerza, tres días por semana de 6:30 a 7:30 de la mañana, con Cristina, mi compañera. Gracias a nuestro entrenador he fortalecido los músculos con pesos en las tres cifras que nunca antes pude imaginar. También hago spinning, Tengo que recuperar algunos hábitos que hace tiempo tenía, como el de correr o salir de nuevo con la bicicleta.

¿Sabe cocinar? No, lamentablemente no. Sé sobrevivir y resolver al horno; cocinar la pasta, la tortilla de patatas, y muy poco más.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Hay muchos: por la música, Bach -pero por qué no Beethoven, Liszt, Wagner o Schoenberg-; por la novela Cervantes; por la poesía Garcilaso, Lorca, o Pedro Salinas; Bernini en la escultura; Caravaggio en pintura… Esta selección de inolvidables es bastante arbitraria… ¿Y por qué no sobre el primer o primera desconocida que encontrara en Callao un miércoles a mediodía?

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? El alba, sin ninguna duda. En ella todo está por venir.

¿Y la más peligrosa? Amor, por supuesto. Tiene una gran cantidad de excrecencias y es muy probable que dos o más personas que participaran de ella no coincidieran nunca al 50% de su significado.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, desde luego. Pero sí he pensado que hay gente muy egoísta en este mundo cuya presencia no aporta mucho… Su propio egoísmo los hace enteramente prescindibles.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? De izquierdas, aunque nunca he pertenecido a ningún partido político ni puedo comulgar acríticamente con las decisiones de una secretaría general. He visto cómo en distintos lugares ideológicos la militancia se ha convertido en una cartilla de racionamiento para quien no tiene el valor o la dignidad de trabajar o de regresar al puesto de trabajo que desempeñaba en la sociedad. No entiendo a quien compra las mentiras de un líder por animadversión hacia otro colectivo. Creo en el diálogo y en el respeto, en la inclusión, la integración, la equidad y la igualdad de oportunidades.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No lo tengo claro: de adolescente descubrí que todo lo que sucede conviene. Tal vez por ello no me plantee otra cosa.

¿Cuáles son sus vicios principales? Aquellos que nunca confesaría, por decoro y respeto a mi interlocutor.

¿Y sus virtudes? Esto es algo que solo pueden decir los demás, y más vale que no estén en disposición de hacerlo, ya sabe: “líbreme dios del día de las alabanzas”.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Si le parece, le contesto con un poema que hace tiempo escribí al respecto:

Ondas gamma

Esta mañana, en la lluvia
calma que deja tu ausencia
en el primer café, leo
un nuevo avance científico:
“Descubren la actividad
cerebral en los momentos
previos e inmediatamente
posteriores a la muerte”.
Parece ser que las ondas
gamma de nuestro cerebro
–esas que incansables cada
noche se ocupan de ti,
besándote en la tiniebla–
proyectan sobre los párpados
una última secuencia,
la vida: apenas un corto
de doce, quince segundos,
que me dará todo cuanto
fui en un sueño que jamás
te podré contar; la esencia
oculta y acrisolada
que no podré recordar.

En la blanca porcelana
de este primer café
asoma ahora un pavor
huérfano de soportales.
Y es que nunca sabré
si te encontraré allí:
en ese último rincón
de ondas gamma y laberintos
que ocupará el olvido.

T. M.