Pese a la gigantesca sombra del padre, Thomas Mann, la obra de su hijo Klaus ha sobrevivido, después de su suicidio en 1949, en Cannes, con una dosis de barbitúricos. En Alemania, de forma póstuma, se publicó su novela “Mefisto”, en la que reflejaba las crueldades del Tercer Reich. “El volcán”, la historia de dos gays exiliados de tono autobiográfico, es de 1939. Pero lo mejor de él es su autobiografía, “Cambio de rumbo. Crónica de una vida”. La apasionante vida de Klaus, el estilo de su magnífica prosa, su humor y sensibilidad para los recuerdos y las gentes, sus reflexiones literarias y su manera de recrear sus diferentes etapas, ya sea en el hogar familiar, ya en el internado en el que vivió felizmente la primera juventud junto a su hermana, ya en el Berlín bohemio de los años veinte, son en sí un gozo para el lector, una de esas memorias que se leen con absoluto placer de principio a fin por su amenidad y autenticidad.
En ellas, lo singular, la vida de Klaus, se mezclaba con la historia del siglo XX: las dos guerras mundiales, las tendencias literarias, el Holocausto y el destierro, tras idealizar su niñez, siempre al lado de su inseparable hermana. Las memorias alcanzan el año 1945 y se van dramatizando a medida que llegan los tiempos duros: el exilio neoyorquino en 1933 y sus escritos contra la guerra y el fascismo como soldado del ejército estadounidense, su paso por la España de 1938 en calidad de reportero –«Primer contacto con la realidad de la guerra moderna»–, o su trabajo como corresponsal de un periódico para el que visitó el campo de exterminio de Dachau. Klaus reproduce al final su diario de la época, las cartas enviadas a sus padres. Es su último esfuerzo: añade una «nota final» a sus memorias, en abril de 1949, y un mes después se quita la vida, algo que deja una marca trágica en Erika.
Contra el fascismo
La hermana aparece por doquier en “Cambio de rumbo”, por tantas cosas que compartieron –entre ellas una vuelta al mundo– y porque también adoptó una postura inconformista frente a los totalitarismos que asolaban Europa. En “Precisamente yo”, ella, actriz y cabaretera –en 1933 había fundado el cabaret El Molinillo de Pimienta, pero tras la subida al poder nazi, lo refundó en el extranjero–, periodista y corresponsal de guerra quiso recordar sus diez años de exilio, 1933-1943: «el periodo crítico de la historia moderna», según sus propias palabras.
En paralelo, Erika también fue escribiendo “Cuando las luces se apagan”, una serie de relatos que son fragmentos de una misma narración: el acoso y derribo al pueblo judío por parte del partido nacionalsocialista. Ahora, aparece un pequeño libro al alimón de los dos hermanos, “El milagro de España”, resultado de un viaje a nuestro país entre el 23 de junio y el 14 de julio de 1938 (traducción de Carlos Fortea e Isabel García Adánez).
En el prólogo, Ana María Pérez López aporta los detalles de dicho viaje, nacido para conocer «la realidad de una contienda cuya importancia trascendía el ámbito nacional, y plasmar dicha realidad en una serie de crónicas para distintos medios internacionales (…) La causa de la democracia y la libertad en España fue sentida como algo propio por todos los que veían en los regímenes fascistas la mayor amenaza para la democracia, así como un peligro para la paz mundial. Los Mann, como alemanes, se sentían especialmente concernidos en un enfrentamiento en el que los sublevados recibían ayuda militar de Adolf Hitler y Benito Mussolini. Y, para ellos, como para sus compañeros del exilio alemán, se trataba también de mostrar al mundo que ellos representaban la “verdadera Alemania”, la de Goethe y Schiller, la de la cultura, y no la de la barbarie hitleriana».
Poetas en guerra
Los hermanos partieron de París, donde la embajada española les facilitó contactos, y pasaron a Cataluña; precisamente, la primera crónica es “Barcelona está en calma”, dentro del título general “Del diario de España” en el “Pariser Tageszeitung” (Diario de París). Apunta la prologuista que, pese a que los Mann se posicionaron a favor del bando republicano, intentaron eludir una visión preconcebida de la situación que iban a palpar. «Al contrario: observamos con más atención y agudeza cuando nos comprometemos con todo nuestro corazón, del mismo modo que se observa con todo detenimiento cómo se encuentran unos buenos amigos», dice Klaus, consciente de que, pese a las penalidades y la escasez, «la vida sigue, por muy horribles que sean las amenazas»; incluso percibe una «alegría de vivir como forma de resistencia» de la población.
Luego, viene la visita al frente del Ebro, donde se suceden los bombardeos del bando franquista y se encuentran con miembros de las Brigadas Internacionales, como el escritor alemán Ludwig Renn. Ven más adelante la ciudad de Tortosa arrasada por las bombas, si bien no sólo la desolación de la batalla es la protagonista de estas crónicas, sino que también aparece el trasfondo socioliterario, como en el texto “Jóvenes poetas españoles”. Según él, las dos grandes figuras al respecto son Federico García Lorca y Rafael Alberti, al que conocen en persona. Y el viaje sigue adelante hacia Valencia y Madrid, de donde surgen artículos como “El milagro de Madrid” o “Los tesoros españoles”, sobre el salvamento del patrimonio artístico español.
El último de los reportajes publicados lleva la firma de los dos hermanos: “Conclusiones de un viaje a España”, en que recuerdan a quienes conocieron y los sitios más impactantes que pisaron: trincheras, tumbas, albergues infantiles o refugios. «Estamos agradecidos por cada día y cada hora pasados en España; agradecidos no sólo por la inmensa hospitalidad, el calor humano, la amabilidad auténtica, espontánea, con la que han salido a nuestro encuentro en tantos lugares, sino, sobre todo, por la gran lección que hemos recibido. […] frente a un enemigo de tan tremenda fuerza y absoluta falta de escrúpulos como es el fascismo, se impone mantenerse unidos», concluyen.
Publicado en La Razón, 17-VIII-2024