En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Joaquim Molina.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una gran biblioteca,
seguramente la biblioteca que Jorge Luis Borges imaginó.
¿Prefiere los animales a la gente? Dependiendo de las circunstancias y del carácter del espécimen, me
inclino a veces por unos o por otros.
¿Es usted cruel? Creo
que no tengo la frialdad suficiente para herir a sabiendas.
¿Tiene muchos amigos? Muchísimos. Dos, quizá tres.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Cierta lealtad, una connivencia que sea inmune al paso del tiempo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? La decepción es un sentimiento bastante pueril. Con la edad aprendes a
aceptar a las personas como son.
¿Es usted una persona sincera? Lo soy si es estrictamente necesario y hasta donde me lo permite la
educación y las buenas formas. Muchas veces se toma por sinceridad lo que
únicamente es impertinencia y afirmación fútil del ego.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? De muchas formas: con la familia, con un buen libro. Cocino y escribo.
¿Qué le da más miedo? Me daría miedo llegar al final de mi vida y responder afirmativamente a
la pregunta de Iván Ilich, el personaje del cuento de Tolstoi: ¿Y si toda tu
vida ha sido un error?
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Me escandaliza con qué ligereza desoímos las lecciones de
la historia y con qué alegría y temeridad infantil caemos en los mismos errores
del pasado.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Me hubiera gustado ser
pintor o escultor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta
nadar porque no tengo que competir con nadie y el ritmo de respiración y
movimientos hace que me reconcilie con mi cuerpo.
¿Sabe cocinar? Dicen que no lo hago mal.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Si se refiere a un
personaje de ficción elegiría al profesor Humbert Humbert, el protagonista
masculino de Lolita, un tipo despreciable y tierno, refinado y
sentimental, contradictorio siempre, como lo somos todos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Mañana.
¿Y la más peligrosa? Utopía.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Naturalmente. Si
guiño un ojo, siempre tengo una diana en el que queda abierto y al final de mi
índice aparece un cañón de revolver Smith & Wesson modelo 29 de doble
acción, como el de Harry el sucio.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Con el tiempo me he
ido haciendo liberal, pero como los del siglo XIX. Simpatizo más con Cánovas
que con Sagasta.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me
gustaría ser una fuente en Aix-en-Provence.
¿Cuáles son sus vicios principales? Procrastino en todo
aquello que no me interesa.
¿Y sus virtudes? Soy constante en mis
afectos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Supongo que pensaría en los seres queridos, en el dios de mis padres y en
la Virgen del Carmen para que me sacara del aprieto.
T. M.