martes, 1 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Carlos Schilling

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carlos Schilling.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Algún hotel de un país donde siempre fuera invierno.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende más de los animales y de la gente que de mi voluntad.

¿Es usted cruel? En mi mente, en ciertas ocasiones.

¿Tiene muchos amigos? No tantos. No creo que nadie me considere su mejor amigo, aunque algunos piensan que pueden confiar en mí.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Las amistades, breves o largas, parecen ser más producto del azar que de algún tipo de búsqueda. No tengo la menor idea de por qué algunas personas nos caen bien y otras mal.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Nunca me lo he puesto a pensar, pero es probable que en un libro de contabilidad sobre la cuestión, el saldo resultante muestre que yo he decepcionado más de lo que me han decepcionado.

¿Es usted una persona sincera? Esta pregunta podría considerarse una variante de la paradoja del mentiroso. Mi primer impulso fue contestar “no”, pero estaría siendo sincero.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? A esta edad el tiempo libre me aburre, aunque trato de no tomármelo como un trabajo.

¿Qué le da más miedo? Tengo dos hijas, es fácil sacar conclusiones.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Tonterías por las cuales no vale la pena escandalizarse: textos mal escritos, signos de puntuación erráticos, pozos en las calles donde paso con el auto, personas invasivas y cosas por el estilo.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Tal vez algo vinculado con la astronomía o con la zoología.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Cada tres o cuatro años, salgo a caminar por la orilla del río, cerca de mi casa.

¿Sabe cocinar? Sí.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Carlos Giordano, un profesor de literatura que solo escribió tres poemas en su vida.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Plenitud.

¿Y la más peligrosa? Realidad.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Más de una vez he aniquilado a todo el planeta con un rayo mental.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Si me limito a las boletas que puse en las urnas desde que empecé a votar, mi espectro zigzagueante va de la socialdemocracia a la centroderecha liberal (ida y vuelta, según los candidatos disponibles). No pude votar a la única persona que hubiera votado con genuina convicción juvenil porque aún no tenía edad para hacerlo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Algo anacrónico: un abanico. Ese que rompe Veronique en el cuento “Una reliquia” de Max Beerbohm.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soy aburrido y moderado.

¿Y sus virtudes? No exhibirlas en público.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Trataría de que no fueran imágenes provenientes de mi memoria, sino ficticias, inventadas en el momento, para fingir que es otro, un desconocido, el que se está ahogando. Miren, qué patético, cómo manotea y patalea en el agua.

T. M.