Un día del año 2020, Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) publicaba un artículo en que se congratulaba de su novela La sospecha de Sofía, que tantas alegrías le había dado. «Para mí, cada uno de los libros que he escrito deja de ser mío en el instante en el que mi editora me dice la frase que yo considero el corte definitivo del cordón umbilical de la que aún es mi obra, la frase es siempre la misma: “Paloma, ya no puedes cambiar nada”», decía la autora, sintiéndose algo vacía tras la entrega a esta obra. Y sin embargo, ya tenía en el horizonte otro proyecto que no iba a tardar en cristalizar, a propósito de un viaje a Berlín.
Así las cosas, esta licenciada en Derecho e Historia empezó a concebir la que sería otra obra exitosa, Últimos días en Berlín, que fue finalista del Premio Planeta 2021. Con ella, se internaba en la Alemania nazi por medio de un personaje que, tras huir de Rusia, acababa defendiendo a un joven comunista agredido por las tropas de asalto de Hitler, todo ello aderezado con una historia de amor entre el protagonista y una mujer. Pues bien, ahora el libro con el que obtuvo el Planeta 2024, Victoria, sigue esa misma senda ya desde la primera página, fechada en Sajonia el 15 de abril de 1945.
Es un dato nada gratuito, dado que es cuando las tropas británicas liberaron el campo de concentración de Bergen-Belsen. En el relato, toma la palabra el general Gehlen, que de responsable de la inteligencia del Frente Oriental se pasó al bando de los Aliados como espía. Alemania está al borde de la derrota en la guerra, les dice a unos agentes de las Fuerzas Armadas del III Reich, dando además la clave de lo necesario para vencer o sobrevivir: tener información y saberla usar.
Un año y medio después, en un Berlín destruido, surge la heroína que da título al libro, abnegada y sacrificada; convive con su hija y su hermana y se gana la vida cantando en un club nocturno, pensado para entretener a los ocupantes, los vencedores de la guerra. Pero en lo que consagra más atención Victoria es en idear «un sistema de cifrado que será impenetrable. Un lenguaje en clave para salvaguardar la privacidad de las comunicaciones», como apunta ella misma. Semejante proyecto le da esperanzas para salir de la miseria y viajar a los Estados Unidos, dentro de un argumento en que siempre las amenazas vendrán por parte de los rusos; de hecho, por culpa de estos, en forma de chantaje, la protagonista se verá obligada a irse sola a Nueva York.
Lo más característico de la narrativa histórica de entretenimiento aparece va dando forma al texto: agilidad novelesca y acción, peligrosidad y personajes malvados, suspense y heroicidad, por un lado; personajes unidireccionales, sentimentalismo, escenas tópicas muy de corte audiovisual —como la que presenta al inicio al profesor con el que Victoria realiza su proyecto, que, en plena agonía, revela la existencia de un sobre misterioso—, por el otro.
Entre estas convenciones del género histórico, llevadas a cabo coherentemente y a las que se añade el amor romántico entre Victoria y Norton, un militar norteamericano de ascendencia germana, destaca la ambientación de un país sumido en la desesperanza y la ruina: cartillas de racionamiento, mercado negro, pero sobre todo la sensación de cómo el nazismo primero y la guerra después intoxicaron el alma de individuos bienintencionados, convirtiéndolos en «asesinos inmisericordes». En este sentido, Sánchez-Garnica consigue reflejar bien el Berlín dividido de la posguerra, incluso dentro del propio club donde canta Victoria, además de recrear la sociedad racista en los Estados Unidos al encarar el contexto de Norton. Al fin, lo que había anunciado Gehlen al comienzo de la novela se irá materializando y dará cuerpo a una trama amena, si bien con un happy end tal vez excesivo.
Publicado en Cultura/s, 16-XI-2024