miércoles, 8 de enero de 2025

La religión como un cambio perpetuo

En el año 2016 nos llegaba en español «Apóstoles. Historia y leyenda de los discípulos de Jesús» (Ariel), en que Tom Bissell penetraba en las fuentes documentales y geográficas de estos famosos doce hombres, lo cual a la vez era una historia del cristianismo. Pero clarificar quiénes o cuántos eran estos apóstoles no es tarea fácil, dado que en el Nuevo Testamento no hay un acuerdo unánime, sino pequeñas variaciones. Estamos en un ámbito en que el concepto de autoría en unos textos religiosos que no se firmaron es ambiguo e inspira muy diferentes interpretaciones, en el que la historia y la leyenda a veces son indistinguibles.

Este es el terreno que ha pisado Catherine Nixey  en «Herejía. Las vidas de Jesucristo y otros salvadores del mundo antiguo» (traducción de Joan Rabasseda y Teófilo de Lozoya). Su enfoque es analizar las versiones alternativas del relato cristiano que se extendieron durante siglos tras la muerte de Jesucristo; por ejemplo, los ofitas creían que este había cobrado al forma de serpiente al aparecer en la Tierra. «Allí donde llegó, el cristianismo cambió mezclándose en un sitio con la hechicería, en otro con la magia; en un sitio con la astronomía y la astrología, en otro con el “paganismo”, con el budismo, con el culto al fuego o con la filosofía griega», afirma la autora.

Por eso este libro tiene el aliciente de ver convertidos a Jesús y a María en personajes fantásticos, entre dragones, por ejemplo, y ver cómo esta narrativa fantasiosa fue atacada por los primeros Padres de la Iglesia, que calificaron de herejes a todos aquellos que promovían historias semejantes. Así las cosas, Nixey habla de muchos «cristianismos» y no de uno solo, basándose en obras conservadas de escritores como Porfirio, autor de «Contra los cristianos», en que se atacaba las parábolas cristianas. De ahí que al explicar ciertos tipos de «cristianismos primitivos», nos encontremos con asuntos tan particulares como que el rey Herodes era el esperado Mesías o el hecho de que Poncio Pilato fuera canonizado como santo, como aún se refleja en la veneración que le dispensa la Iglesia copta etíope.

Publicado en La Razón, 2-XI-2024