lunes, 3 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a Almudena Vidorreta

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Almudena Vidorreta.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Un lugar es mucho decir; una porción de espacio cualquiera… en la Península Ibérica no se está mal.

¿Prefiere los animales a la gente? Para nada. Salvo contadas excepciones, las personas son lo que más me gusta del mundo.

¿Es usted cruel? En un par de ocasiones, creo que lo fui sin querer.

¿Tiene muchos amigos? Tengo, sobre todo, muy buenas amigas duraderas, y un puñado de amigos con los que poder contar.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La honestidad, la empatía, el cariño y la perseverancia.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No; por eso son amigos.

¿Es usted una persona sincera? Casi siempre; aunque a veces esa sinceridad me ha traído algún que otro problema. También hay que saber jugar a las relaciones sociales, al respeto, que a veces exige rebajar los límites de nuestra sinceridad, y no está mal.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Jugando con mi hija, paseando con mi familia, leyendo un buen libro, visitando mi pueblo o tumbada en la playa.

¿Qué le da más miedo? La enfermedad.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La intolerancia, el abuso, la violencia y la falta de diplomacia de algunos gobernantes.

Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Imagino que sería, igualmente, filóloga, aunque me dedicara solamente a la docencia y a la investigación.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Paseo todo lo que puedo y, aunque ahora estoy con unos meses de parón, suelo practicar gimnasia acuática y pilates.

¿Sabe cocinar? Alguna cosa. Menos de lo que me gustaría.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Teresa de Jesús.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Esa misma: esperanza, en mi propia lengua. O, también, poesía. Es tan hermosa que está como llena de todo.

¿Y la más peligrosa? Cualquiera proferida con malas intenciones.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Aquellas que se preocupan por los derechos de las personas, por su consideración igualitaria y que creen en las obligaciones como sociedad de cada uno de sus miembros. He vivido muchos años en Estados Unidos y no quisiera que en nuestro país perdiéramos ese colchón social tan necesario del que deberíamos sentirnos orgullosos.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Ser persona, siempre, nunca cosa. ¿Un oficio? Actriz o repostera de éxito. O, tal vez, bibliotecaria.

¿Cuáles son sus vicios principales? He logrado controlarlo, pero el dulce…

¿Y sus virtudes? Soy paciente, curiosa, comprensiva, pertinaz.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi hija, nuestros sábados por la mañana en casa con tortitas de plátano, las cenitas improvisadas en el balcón, los veranos en mi pueblo con la familia, y la otra vez que pensé que iba a morir.

T. M.