viernes, 28 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a Fernando Navarro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fernando Navarro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Creo que elegiría cualquier librería bien surtida. Quizá en una ciudad con mar.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a los perros a alguna gente y a la vez prefiero a alguna gente a un oso sediento de sangre o a una orca con ganas de volcar la embarcación.

¿Es usted cruel? Me gusta escribir, a veces, historias crueles. Y me gusta leer historias crueles.

¿Tiene muchos amigos? ¿Cuántos son muchos amigos? Tengo buenos amigos. Creo que es mejor medir a los amigos, como a todo, por la calidad más que por la cantidad. No al peso.  Esa cosa capitalista de ahora de medirlo todo al peso no me gusta.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sobre todas las cosas, siempre: el sentido del humor.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Siempre que nunca pierdan el sentido del humor.

¿Es usted una persona sincera? Intento serlo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, escuchando música, escribiendo o cocinando.

¿Qué le da más miedo? La verdad es que, y me da mucha rabia confesar esto, tengo muchos miedos y estos suelen varias dependiendo de las circunstancias. Van por rachas. Últimamente, el más presente: volar.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Estoy curao de espantos y no suelo escandalizarme por muchas cosas, y no sé si eso es un rasgo bueno o malo de la personalidad.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No me hubiera quedado más remedio que poner música y copas en cualquier bareto de Granada. Quizá hubiera acabado tocando la batería en algún grupo de rock ruidoso de la misma ciudad. Aunque no sé cómo de creativo es eso de aporrear tambores.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Voy a todas partes caminando y me gusta nadar. Aunque no nado con la regularidad que debería.

¿Sabe cocinar? Sí, y es uno de los mejores momentos del día. Cocinar cualquier cosa, -un guiso quizá pasta- concentrado, escuchando a Cocteau Twins, Morente, Battiato, The War on Drugs o cualquier programa de  Radio Clásica.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al cineasta Jess Franco.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? La propia palabra, que me parece tan hermosa, Esperanza. E imagino que, con esta respuesta, no estoy siendo nada original.

¿Y la más peligrosa? Creo que, de nuevo, la palabra esperanza es, como leí en algún libro de un escritor alemán de prestigio, la palabra más peligrosa.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, aunque tengo un vecino algo sordo y cascarrabias que…

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Intento no hablar en público -y últimamente tampoco en privado- de política o ideología. La omnipresencia del (falso) discurso político ha acabado por saturarme. Me interesa más la poesía, o la imaginación.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Profesor de literatura medieval, experto en los ciclos artúricos, o citando a Vainica Doble: “Yo quisiera ser un vegetal, del jardín de un cementerio o simple mineral. O también araña de cristal de un palacio estilo imperio o talla medieval, de algún monasterio”.

¿Cuáles son sus vicios principales? Bueno, no sé qué se considera vicio. ¿La gula es un vicio? ¿El jamón, las gambas? ¿Comprar discos?

¿Y sus virtudes? No me atrevo a nombrar, de tenerlas, mis virtudes. Podría decir que creo que tengo sentido del humor e intento ser más o menos educado.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Si imagino que me estoy ahogando esa imagen horrible bloquea por completo mi capacidad de imaginar algo más que intentar buscar la manera de no ahogarme.

T. M.