jueves, 21 de agosto de 2025

Entrevista capotiana a Alicia Louzao

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alicia Louzao.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Diría que Ferrol, la ciudad donde nací y me crié. Es donde estoy más a gusto desde hace años.

¿Prefiere los animales a la gente? Para tener una conversación, prefiero a la gente. Pero es peligroso el término “gente”, da lugar a un totum revolutum. No quiero pecar de la respuesta gallega de “depende”, pero realmente sí, depende. Tendría que ver qué gente es la seleccionada, y qué animales. No es lo mismo un león que un petirrojo.

¿Es usted cruel? Quiero pensar que no. Pero sí sé que hice daño alguna vez por falta de comunicación, en el pasado.

¿Tiene muchos amigos? Tengo los que yo deseo, actualmente; tuve muchos amigos en el instituto y en la Universidade da Coruña, cuando estudiaba Hispánicas, época en la que me juntaba con varios grupos: del instituto y de la carrera. Cuento con amigas muy cercanas y que siguen siendo mis amigas. Con el tiempo me di cuenta de que soporto a poca gente.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Supongo que el humor. Me encanta poder reírme.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No lo llegaría a llamar decepcionar, pero sí conté con gente que era importante para mí pero con la que, tras casarse, tener hijos, o porque sí, perdí el contacto. Ahora mismo veo muchos memes hacia ese prototipo de chico (aunque también hay chicas) que, en el inicio de la relación, tras tres, cuatro citas, desaparecen. Y es vilipendiado y vapuleado porque ese no es modo de relacionarse con el otro, aquello de la responsabilidad afectiva, etc. Y yo me pregunto, ¿y las amigas? Tras dos, tres años, viajes, comidas, confesiones, ¿qué sucede cuando se toman un descanso del otro sin haber problemas previos? Creo que quizá es un tema olvidado y que, si bien todas las flechas se lanzan a ese extraño que decide cortar una relación incipiente, en la recámara no se lanza ninguna flechita a la amiga que decide, en un momento determinado, lucir una bomba de humo.

¿Es usted una persona sincera? Sí, y cuando no lo soy, se me nota en la cara. Creo que soy muy expresiva, aunque la sinceridad no siempre se requiere. Hay veces que sabes que no puedes decir lo que piensas, por educación o por respeto.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta mucho la tranquilidad. Ahora mismo terminé una antología de poesía griega clásica, tomé notas de versos, me abrí una Pepsi y hace fresquito en Ferrol. Esa imagen de ayer es para mí estar en paz. Pero también hago ejercicio, voy a correr cinco veces por semana.

¿Qué le da más miedo? Qué seré yo y qué sucederá cuando muera la gente que me importa. Y la vejez. Incluso en la Grecia clásica temían la vejez, mas no la muerte. Yo no temo mi muerte, pero sí el deterioro del cuerpo y de la cabeza.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Alabar la estupidez o la ignorancia. Por otro lado, y en relación con esto, hoy en día veo ciertas actitudes que son las que adoptan muchos y que deben ser aplaudidas por la inmensa mayoría: un mismo pensamiento es el único aceptado, como autómatas. Me alegra conservar la capacidad crítica para no creer todo lo que me dicen y para no participar en ciertas modas imperantes.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? De niña quería ser pintora, decía, pero no de brocha, sino artista. Luego conservé ese respeto y amor por el dibujo, fui a clases, practiqué, pero soy más una persona que necesita indagar en lecturas, estudiar, no puedo sostenerme sólo con lo visual. Así que, francamente, no podría ser otra cosa que algo al servicio de la literatura.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Corro cinco veces por semana, mientras escucho música o podcasts de criminopatía.

¿Sabe cocinar? No, me niego a aprender porque me aburre soberanamente dedicar tanto tiempo a algo tan absolutamente efímero. Imagino los cacharros sucios, los minutos en el reloj, la espera a dorar el pastel o a macerar la masa o a que se frían los pimientos para luego devorarlo todo en menos de ocho minutos. Quemé tostadas, herví leche (porque ni 2 minutos puedo esperar a que se caliente), carbonicé tarteras…Siempre tengo algo mejor que hacer y abandono la cocina. Yo empleo el arte del microondas.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Creo que son muchos los personajes interesantes. Pero creo que deberíamos dejarles un hueco a San Cipriano o a la reina Urraca, pensé en Jesucristo y en Agatha Christie también.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Diría, adoptando una postura meramente filológica, que la propia palabra esperanza porque es la que contiene la esperanza, el significante alude al significado. Pero me gusta mucho escuchar la palabra “gracias” o “perdón”, no soy ambiciosa. Creo que son dos palabras que mantienen el engranaje de la convivencia y la educación.

¿Y la más peligrosa? No hay palabras peligrosas, lo que es peligroso es el hablante que las emplea. Las palabras, por mucho que hoy en día quieran censurar algunas, no hacen daño. Lo que damnifica es la intención del hablante.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, no creo, pero sí que alguien desapareciera, pensando en una especie de pulverización alienígena.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No soy hipócrita.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un animal de esos que se creen extintos pero que puede que estén viviendo tranquilamente a salvo de curiosos.

¿Cuáles son sus vicios principales? Hubo una época en la que disfrutaba de comprar ropa y baratijas, cuando estuve viviendo en Inglaterra, cerca de Londres, durante 2 años. Era mi primer sueldo. Pero con el tiempo, como todo, fui reduciendo esos caprichos para caber en mis espacios. Ahora los vicios típicos de fumar, tomar café, o beber pues no los tengo y tampoco los tuve nunca. Pero soy caprichosa e impaciente.

¿Y sus virtudes? Generalmente las virtudes, para que sean ciertas o para creérnoslas, las tenemos que escuchar de la boca de otros. Basándome en esto, me describieron varias veces como una persona creativa e ingeniosa. Y creo que sí me identifico con estos adjetivos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Probablemente recordaría Vilatuxe, el pueblo de mis padres, bailar sobre los pies de mi padre, o jugar en la piscina con mi hermano. Y lo que siempre me dice mi madre, sobre todo por haber crecido en una ciudad costera: que el mar es peligroso.

T. M.