domingo, 10 de agosto de 2025

Entrevista capotiana a Luis Gerardo Mármol-Bosch

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Gerardo Mármol-Bosch.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Caracas.

¿Prefiere los animales a la gente? No. Amo desde luego a los animales, sobre todo a los gatos. Y no dudo que son capaces de enseñarnos muchas y muy importantes cosas. Eso es evidente. Sin embargo, los animales no cuestionan, no objetan, no interpelan, no retan, no molestan, sí, no molestan. Qué cómodo y oportuno. Qué fácil. Qué sabrosura. Ya sé que me dirán que con los animales se aprende a no juzgar, y es esa la mejor escuela. Tienen razón. Más arriba comentaba que los animales son capaces de enseñarnos muchas y muy importantes cosas. Pero (y aquí viene el pero): ¿quién de nosotros ha dejado de ser un niño sin ser interpelado, duramente interpelado, de una u otra manera? Yo no quiero ser niño para siempre. No, yo no quiero eso. Tampoco soy un narcisista, por mucho que haya quien piense lo contrario. Yo quero crecer verdaderamente, yo soy un filósofo en su acepción original. Es decir, tengo amor a la sabiduría, amor por el conocimiento, y el conocimiento más útil y elevado sólo puedo hallarlo entre mis congéneres, entre seres humanos como yo, merced a mis relaciones de cualquier índole con otras personas; y ello pese a todos los riesgos y heridas, a veces verdaderamente crueles, que supone la relación con el otro. Por último, jamás podría amar a un animal como amo a mi madre, a mi esposa, a mi hija, a mi hermana o a mi mejor amigo. Como amé a mi abuela o a mis tías. Como amo y amé a toda mi familia, en realidad. Vivos y muertos. Como amo y amé a mis maestros.

¿Es usted cruel? De ninguna manera. Y si alguna vez la crueldad me ha tentado, mi conciencia de inmediato me frena, me recuerda lo que soy, y quién soy. Hay un dicho común entre los yoruba nigerianos, un pueblo verdaderamente espiritual. Ellos dicen que nuestra cabeza nos protege como si fuera una divinidad.

¿Tiene muchos amigos? ¿Qué significa tener muchos amigos? Quiero decir: ¿a partir de cuál cifra o cantidad podemos decir que tenemos muchos amigos? Tengo amigos, desde luego, y hay entre ellos algunos a los que amo verdaderamente.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Una vez mi maestro el poeta Santos López nos escribió (a mi esposa, la gran poeta Carmen Verde Arocha y a mí) en la dedicatoria de uno de sus libros, lo siguiente: Para Carmen y Luis Gerardo, herederos del corazón recto. Exactamente eso es lo que quiero ser, y lo que quiero que mis amigos sean. Cómo quisiera ser una de las figuras que aparecen en el poema Los Justos, de Borges. Y cómo quiero que mis amigos lo sean. Así es. Junto a mis amigos, mi familia y maestros, quisiera ser contado entre los justos.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? A veces ha ocurrido, desde luego. ¿A quién no le ha pasado? Pero sólo a veces.

¿Es usted una persona sincera? Bastante.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Soy verdaderamente un melómano. Como muy pocos lo son. Desde luego, leo muchísimo y me gustan el buen cine y las bellas artes, aunque menos que la música, que es un amor loco.

¿Qué le da más miedo? La incertidumbre me incomoda desde todo punto de vista. No es sólo cuestión de miedo: me causa ira, repulsión.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Lo que hemos tenido que vivir. Aunque, a decir verdad, en todas las épocas se han visto cosas horrendas.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? He dicho en repetidas ocasiones que soy poeta porque no puedo ser compositor. Eso significa que, para mí, es imposible no llevar una vida de creación. No debe olvidarse, además, que soy matemático. Esa es otra modalidad de vida creativa.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Cuando era niño jugué mucho béisbol, el deporte nacional de Venezuela. Me gustaba sobremanera. No era muy bueno bateando, pero las atrapaba todas. Era bueno como jugador defensivo. Ahora, lo que hago es caminar. Camino mucho y puedo con facilidad cubrir largas distancias. He sido capaz de caminar desde La Candelaria, mi vecindario natal en el centro de Caracas, hasta Los Chaguaramos, al sudoeste, donde ahora vivo. También he caminado desde Los Palos Grandes, mi antiguo lugar de residencia, hasta mi casa actual en Los Chaguaramos, cargando además una pesada mochila. Cualquiera que conozca mi ciudad sabe que esas son distancias nada desdeñables.

¿Sabe cocinar? Sólo cosas sencillas, pero lo hago bien. Me gustan mucho los guisos.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Alguno de los compositores que amo. Wagner, Victoria, Monteverdi, Buxtehude, Schumann, Bach, Beethoven, Vivaldi, Praetorius, Schütz, Brahms, Bruckner, Mozart, Mahler, Schubert, Debussy, Grieg, Sibelius, Haydn, Hindemith, Richard Strauss, Berg, Webern, Bartok, varios que olvido nombrar.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Esperanza. De esa palabra me gusta hasta el sonido. Y el verde es y ha sido siempre mi color favorito.

¿Y la más peligrosa? Cualquiera que sirva de excusa al fanatismo, al odio, los prejuicios, la intolerancia.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Respondo como en la pregunta anterior sobre la crueldad. Mi conciencia me recuerda quién soy y lo que soy. Hay un Dios en el Cielo.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy un demócrata convencido.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Compositor, ya lo he dicho. No hay arte mayor que la música.

¿Cuáles son sus vicios principales? La ira. La soberbia. Tal vez la impaciencia. Digo tal vez porque no estoy seguro de que la impaciencia sea un defecto, o un vicio. Al menos, no lo es siempre. En más de una ocasión puede ser la actitud adecuada o la mejor respuesta. Por algo los padres de la Iglesia no la incluyeron entre los siete pecados capitales.

¿Y sus virtudes? Eso dejo que otros lo digan. Pero, lo repito, quisiera ser contado entre los justos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Toda mi vida. Así lo creo.

T. M.