jueves, 19 de noviembre de 2009

Vida de alcohol y versos



No escribamos estas líneas cual «pulpa de langosta putrefacta», que era como llamaba Charles Bukowski a los críticos literarios, sino como lectores admirados de la literatura y la pasión por manifestarse libremente del escritor germano-californiano. Hay que comentar a Bukowski como si le escribiera una carta o se compartiera una barra de bar: estos «Relatos y ensayos inéditos (1944-1990)», querido Chinaski, es lo mejor que he leído de ti, aparte de tu poesía. En ellos, tu dios personal, la Sencillez, tiene un fulgor especial, tanto en los textos que dedicas a Hemingway, Pound, Artaud, John Fante, como en los cuentos eróticos o humorísticos, en particular la serie «Escritos de un viejo indecente», o en los artículos autobiográficos, tan directos y vibrantes...
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La edición del libro –traducido por Eduardo Iriarte– viene a cargo de David Stephen Calonne, que define el estilo de Bukowski como una combinación de «dureza existencial» y «brío cómico». Buena observación, surgida de entender el alcance de la confesión autobiográfica del autor, que ni siquiera en un volumen recopilatorio como este suena repetitiva, sino siempre nueva, asombrosa y coherente con lo expuesto aquí y allá. Dice hacia el final: «Andaba tirado en los estercoleros. Estaba un poco tarado pero era una locura extraña porque la nutría. Dejaba que mi mente describiera círculos, se mordiera su propio culo. Aguijoneaba mis instintos, alimentaba mis prejuicios. La soledad era mi as, la necesitaba para hinchar la realidad. Valoraba de veras el ocio, era mi chute. Estar a solas conmigo mismo era el asilo».
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Vida paupérrima y a su manera tremendamente plena, pese a tener más tiempo empeñada la máquina de escribir que en casa, pese a empezar a publicar en revistas «underground» y pornográficas. Es el arte de la calle, la voz íntima que habla de los desposeídos, ignorados, antisociales: de sí mismo, a veces mediante textos que son manifiestos estéticos, como «En defensa de cierta clase de poesía, cierta clase de vida, cierta clase de criatura de sangre que algún día morirá» o «Un delirante ensayo sobre la poética y la condenada vida escrito mientras bebía media docena de latas de cerveza (altas)». Poeta grosero, tierno, honesto: ser excepcional, el único autor de culto a ras de suelo.
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(Publicado en La Razón, 19-XI-2009)