(Hoy publico una breve semblanza de Herta Müller, tras su discurso en la Academia Sueca y a tres dias de recibir el Nobel. Pero me pregunto qué se premia: el haber sufrido calamidades y permanecer en la lucha intelectual o la literatura pura y dura. Bueno, me temo que una mezcla de los dos.)
Esta mujer de rostro de cine mudo –tez blanca, boca apiñonada, voluminoso pelo corto–, de actriz en blanco y negro que ha cobrado el color de la universalidad que confiere el premio Nobel, es hija directa de dos grandes dolores de la política del siglo XX: la guerra mundial y el encarcelamiento represivo. Así, de un padre soldado y nazi en la Segunda Guerra y una madre deportada a un campo de trabajo de la Unión Soviética sólo podría salir una hija comprometida con la historia que le tocó vivir: el régimen comunista de Ceausescu, al que atacó ya desde su primer libro, En tierras bajas, prohibido y censurado, pero finalmente publicado en Alemania en 1982. Obligada a ejercer trabajos mediocres y a mantenerse en la clandestinidad de las tertulias literarias, a lo que se suma el acoso de la policía secreta, todo condujo a Müller a decidir dos exilios: la marcha al extranjero (universidades de Europa y Estados Unidos) y la narrativa denunciante. En particular, en la obra El ser humano es un gran faisán en el mundo, de 1986. Tanto sufrimiento y pundonor creativo, ahora, reciben su recompensa.
Esta mujer de rostro de cine mudo –tez blanca, boca apiñonada, voluminoso pelo corto–, de actriz en blanco y negro que ha cobrado el color de la universalidad que confiere el premio Nobel, es hija directa de dos grandes dolores de la política del siglo XX: la guerra mundial y el encarcelamiento represivo. Así, de un padre soldado y nazi en la Segunda Guerra y una madre deportada a un campo de trabajo de la Unión Soviética sólo podría salir una hija comprometida con la historia que le tocó vivir: el régimen comunista de Ceausescu, al que atacó ya desde su primer libro, En tierras bajas, prohibido y censurado, pero finalmente publicado en Alemania en 1982. Obligada a ejercer trabajos mediocres y a mantenerse en la clandestinidad de las tertulias literarias, a lo que se suma el acoso de la policía secreta, todo condujo a Müller a decidir dos exilios: la marcha al extranjero (universidades de Europa y Estados Unidos) y la narrativa denunciante. En particular, en la obra El ser humano es un gran faisán en el mundo, de 1986. Tanto sufrimiento y pundonor creativo, ahora, reciben su recompensa.
Publicado en La Razon, 8-XII-2009