lunes, 28 de diciembre de 2009

«¡Oportunidad! ¡Casa vende, su dueño...»

Quedarse afuera, imaginando por qué está mirando esa muñeca hacia la cuesta que me devuelve a la carretera principal de Isla Negra, viniendo de las rocas nerudianas. Qué clase de bromista de Psicosis, qué cachondo mental ideó esa oferta pero también ese desafío a nuestro miedo de telefilme barato. Llamar y entrar para ver de cerca el lugar de esa muñeca, o permanecer afuera.

El vecino ha querido ser un exhibicionista moderno: para una casa como la de Neruda, atestada de objetos diversos, se necesitan décadas de diseñar, comprar, visitar mercadillos y barcos desmantelados, coleccionar. Para que esa casa a la venta sea portadora de misterio, sólo se necesita una muñeca que una niña dejó abandonada a cambio de convertirse en adolescente.