sábado, 10 de julio de 2010

Mi biblioteca de libros de memorias: V

"La putilla en el jacuzzi", avenida O'Connell, Dublín

FRANK MCCOURT
Las cenizas de Ángela

En el tiempo previo a su salvación en forma de huida definitiva, de independencia modesta pero esperanzada, el joven lee un libro de un tipo desconocido que le ofrece una de las cosas que más quiere: la Irlanda profunda, y por ende el Dublín al que un día voló de forma impulsiva para vivir de literatura y caminatas durante varios días en los que no sabía ni dónde iba a dormir. De forma análoga, por cierto, a como había hecho Paul Auster, como se lee en A salto de mata, memorias que años después descubrirá el joven viéndose reflejado en un pasado común de pobreza y perdición, de huida dublinesa y deseos poéticos.
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El hecho de sobrevivir ha sido azaroso para McCourt, que hace del recuerdo dramático materia novelesca: “En todas partes hay gente que presume y que se lamenta de las penalidades de sus primeros años, pero nada puede compararse con la versión irlandesa: la pobreza, el padre, vago, locuaz y alcohólico; la madre, piadosa y derrotada, que gime, junto al fuego; los sacerdotes, pomposos; los maestros de escuela, despóticos; los ingleses y las cosas tan terribles que nos hicieron durante ochocientos largos años.” La miseria retratada resulta escalofriante, desoladora, a medida que McCourt intenta en vano sortear ese submundo de un callejón de Limerick más propio de ratas que de seres humanos, pero ahí viene el milagro literario, la rara amistad que surge entre el autor y el lector: consigue, a pesar de los pesares, sin necesidad de ganarse la compasión, hacernos sonreír.