martes, 7 de septiembre de 2010

Por la Ring Road de Islandia


Montañas decapitadas, de pendiente lisa, afeitadas de vegetación, ofrecidas como para ser acariciadas por una mano gigante. Montañas cenizas. Campos grises de gravilla. Ovejas desperdigadas, pero sin pastor ni granjas a lo largo de docenas y docenas de kilómetros solitarios.
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Niebla baja, delante del coche. Riachuelos paralelos a la carretera. Luego, niebla absoluta; no se ve ni siquiera lo que hay en los márgenes de la carretera. Autopista hacia el cielo.
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Luego, paisaje de montañas frondosas, verdísimas. Carretera serpenteante, con finísima lluvia. Paisaje infinito, de belleza manifiesta; naturaleza como música de Bach: nos hace buenos y libres de espíritu.
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Nadie en ningún sitio. El arco iris a la izquierda, entrando en el mar. Las montañas se trenzan, rotas en su silencio de verdor milenario. El Mar del Norte, allá las ballenas, el Círculo Polar Ártico...