viernes, 24 de diciembre de 2010

En la casa de Papá Noel


Llueve y hace frío. A 7 km. de Akureyri, visita a la Christmas House. Maravillosa casa-tienda donde ver y comprar montones de cosas lindas. El dependiente, hombre dulce de inglés inseguro, nos regala una figura y es de una tierna y discreta amabilidad: la viva estampa de Santa Claus, con su cuerpo prominente, su barba blanca, su mirada de paz. Me llevo de allí, entre muchas otras cosas, un CD navideño de un trío jazzístico que mezcla estándares americanos y canciones tradicionales en islandés, que luego escucharemos en pleno agosto, en el todoterreno con el que atravesamos la isla de hielo...
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Han pasado los meses, y ahora, junto al árbol, todos esos objetos (instrumentos musicales, un gran calcetín y grandes caramelos, adornos, la música sonando) devuelven un pedazo de Islandia, de viaje, de ensueño.
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Yo estuve allí. Al borde del Polo Norte. Donde Papá Noel vive y cuelga sus ropas a secar, junto a un mágico árbol de escalera blanca imposible, y un pozo de los deseos que homenajea a los niños no nacidos. ¿O acaso no son igual de importantes los niños que se quedaron a mitad del sueño de existir que aquel por cuyo nacimiento se celebra este día?