martes, 14 de diciembre de 2010

Sus ojos y mis ojos. Exposición “Pasión por Renoir”. Colección Clark Art Institute




Justo a la entrada de la sala que reúne 31 piezas de la colección de Robert Sterling Clark, todo comienza con este autorretrato de Renoir de 1875. En él, hay una comunicación vibrante con el contemplador. La pintura reclama una reacción, otra mirada igual de intensa. Provocativamente joven, la postura de Renoir exige una mirada de incomodidad. Las pinceladas son gruesas, sin miedo a invadir el lienzo. El fondo del cuadro es capital, se comunica con el rostro de forma armoniosa: fondo oscuro, introspectivo, espejo de la mente del artista. Pincelada empastada, en el color de la piel, en la oreja, en el pelo y el bigote. Es un autorretrato à la Van Gogh. El trazo es valiente, el brochazo, enérgico. Pierre-Auguste me mira a los ojos un largo rato, y le abandono, aunque sigo pensando en él.

En el espacio aledaño, otra maravilla, Cebollas, pintado en Nápoles –Renoir viajó a esta ciudad y a Venecia en los años 1881-1882–, que era el preferido del coleccionista. De repente, oigo decir a una niña de unos tres años: «Hay seis cebollas». Cierto, una solitaria y detrás cinco más amontonadas, pero se olvida de los impresionantes ajos (uno en primera línea y varios atrás, desdibujados). El fondo del cuadro es vigoroso, de cielo en movimiento, superlativo porque crea una pared enigmática. Ante los prodigiosos colores rojizos y verdosos de las cebollas, un adulto a mi lado, risueño, suelta: «Te lloran hasta los ojos».

Museo del Prado, 12-XII-2010