sábado, 5 de febrero de 2011

“Primos”: el primer amor del verano lejano

Dibujo de José Ramón Sánchez en el rodaje de Primos

Antes de salir de la sala, risueño, emocionado, reconciliado con este valle de lágrimas después de ver una lección de inteligencia, ingenio y sensibilidad llamada Primos, reparo en la dedicatoria: el director de la película, Daniel Sánchez Arévalo, menciona a su padre, José Ramón Sánchez. Desconocía esa relación, y al instante mi memoria recupera a ese grandioso dibujante que animaba las tardes de Televisión Española en los años setenta y ochenta, cuando yo era y quería ser también dibujante. Qué gran hombre aquél, cuyo amor por las películas clásicas descubrí una noche de lunes en el programa de La 2 Qué grande es el cine. Como grande es ya sin duda su hijo, creador de uno de los filmes más valientes, complejos y hermosos de toda la historia de la cinematografía española, AzulOscuroCasiNegro.

Cómo agradece uno mentes tan brillantes como la de Daniel Sánchez Arévalo: en aquella película protagonizada por Quim Gutiérrez y Antonio de la Torre, y la de esta Primos, con estos actores también (el primero es el primo que inspira toda la historia, abandonado en el altar, y el segundo, el padre borracho de una prostituta de un pueblo santanderino), más los primos que completan el tercerto: Raúl Arévalo (impresinante como buscavidas guasón y pícaro), Adrián Lastra (tuerto en Afganistán e hipocondríaco), más la actriz, maravillosa, Inma Cuesta.

Al comienzo, ciertas escenas demasiado esquemáticas, diálogos que se perciben demasiado bien escritos, ralentizan el ritmo cómico por querer ser demasiado graciosos, paradójicamente, pero una vez la película entra en calor, y los personajes ya han cobrado vida propia (incluso los más estereotipados, como el borracho y el ex soldado), uno ve que el guión es una verdadera obra de arte. Qué naturalidad la de estos actores, qué dominio el de Daniel Sánchez Arévalo para llevar los clichés de la comedia americana a su terreno: qué bien disemina los elementos (pasado de los personajes; la actuación musical del trío, cuando adolescentes, en las fiestas del pueblo) para recolectarlo todo al final, para redondear una película felicísima, tierna, desternillante, que celebra la amistad, la irracionalidad del amor, la ternura, la reconciliación familiar y la sinceridad.

Qué orgullosos deben de sentirse, padre e hijo, un Sánchez del otro, el dibujante admirando al cineasta, el cineasta habiendo crecido entre pinceles y libros ilustrados.