Cada mañana, con el primer café y aún a oscuras, leo a Roberto Bolaño. Llegar a las páginas 475-7 de 2666 (Compactos Anagrama, 2008) ha merecido la pena al descubrir este pasaje magistral, donde una escena de bar cobra una dimensión plural. El narrador omnisciente se funde con el diálogo del policía y la directora del psiquiátrico, y al lado se describen los movimientos de un par de músicos que están frente a un narcotraficante. La perspectiva visual de la escena es portentosa; el ritmo, maravilloso. Para aprender a escribir.