miércoles, 31 de agosto de 2011

La Transición de un hombre




He aquí a un proust humorístico, a un hombre de provincias que ha hecho de su vida un cosmopolitismo continuo, a un paternal profesor de instituto y aguerrido jefe de actividades culturales de un par de Institutos Cervantes que ha convertido cada una de esas vivencias en materia narrativa. José María Conget (1948) ha vivido en veinte ciudades de Europa y América, y eso lo ha convertido en literatura; le han acompañado a todas partes sus tres pasiones: la narrativa, el cine y el cómic. Ha escrito cuentos, novelas, ensayos, crónicas viajeras, pero nada de eso en realidad puede encasillarse: su novelística, fragmentaria y buscadora de novedosos caminos estéticos, son divisiones cuentísticas; sus reflexiones son también relatos novelescos; sus memorias de su paso por París, Londres o Nueva York tienen el tono, el ritmo, la grandeza lingüística de sus mejores cuentos.

Conget es una espiral, que empieza y acaba en él, tal es su dimensión artística, su excepcionalidad como escritor. Para qué andarse uno con rodeos: sostengo que ningún narrador español está a la altura de la audacia de sus tramas, de la ambición literaria de su lenguaje y estructuras sintácticas, de su intensidad tanto en términos realistas, irónicos o emocionales. Y este volumen que reúne las tres novelas protagonizadas por Miguel Zabala —Quadrupedumqe, Comentarios (marginales) a la Guerra de las Galias y Gaudeamus— ejemplifica a las mil maravillas lo dicho. El autor las publicó en los años 81, 84 y 86, cuando Hiperión editaba narrativa, y ahora Zaragoza homenajea a uno de sus hijos predilectos, con la complicidad de su colega Ignacio Martínez de Pisón, que firma un atinado prólogo.

En él, se habla de cómo Conget ha imbricado visión urbana e imaginación literaria: «En una literatura como la suya, tan cercana a la vida, era inevitable que esas ciudades se hicieran presentes en su obra, unas veces como escenarios y otras directamente como protagonistas». Narrativa, pues, anclada en el suelo de los personajes ficticios, los cuales se engarzan con los de carácter autobiográfico, pues los diferentes Conget —el niño, el adolescente, el veinteañero, el adulto— se abren paso en relatos que, a su vez, representan un tiempo concreto de la España del tardofranquismo, la Transición y la democracia. La Trilogía de Zabala es un monumento a cómo transformar la memoria de lo que se es en análisis psicológico del hombre de todos los tiempos. El tímido, patoso, inseguro Miguel, enamorado de Tana, aficionado al cine y a la música, es el individuo que en parte todos llevamos dentro y del que no nos atrevemos a burlarnos o recordar o reconocer.

Miguel y Tana en Lima; Miguel separado de Tana en Cádiz como profesor de instituto; Miguel en la Universidad de Filosofía y Letras de Zaragoza: tres estaciones para tres novelas de un largo recorrido que se reinicia, como si fuera la primera vez, con el gozo de cada relectura.

Publicado en Clarín, núm. 93, mayo-junio 2011