jueves, 10 de noviembre de 2011

Hrabal y sus remordimientos




Este hombre que abogaba por la más pura sencillez oriental, que vivió un pasado como obrero siderúrgico, lo cual inmortalizó en excepcionales obras, y sufrió el acoso del comunismo, Bohumil Hrabal (1914-1997) vuelve a gozar de presencia editorial. Algo bien merecido, ya que se trata de un escritor incomparable, comprometido con su tiempo, patria y pueblo, como se aprecia en Los frutos amargos del jardín de las delicias (1997), la espléndida biografía de Monika Zgustova a partir de las conversaciones con el autor en sus cervecerías preferidas de Praga.

La propia traductora de tantos checos ilustres (Hasek, Seifert, Capek, Kundera, Havel), responsable de versiones de Una soledad demasiado ruidosa, Personajes en un paisaje de infancia y Bodas en casa –que reaparece ahora en El Aleph–, más el libro de reflexiones Quién soy yo, nos da la clave para abordar esta novela escrita en 1971 y publicada en 1989: «Cuando le asediaban violentos sentimientos de culpa escribe la novela Yo que he servido al rey de Inglaterra, donde da vía libre a sus remordimientos».

Y es que la culpabilidad persigue a Hrabal: su origen es indefinible, pero las lecturas que hará de Schopenhauer sólo se la van a confirmar.Así, Hrabal usa a sus personajes como catarsis personal; aquí, el camarero Jan hace de hilo conductor para mostrar el fondo de todas sus obras: el cambio de época. «Escuchad bien lo que voy a contaros», dice al inicio de los cinco episodios de esta novela, terrible y humorística a partes iguales; en ella, la invasión nazi y la eclosión comunista no impiden al protagonista ascender en la escala social con gran éxito. Como en casi todos sus textos, la narrativa de Hrabal es un río que no descansa –apenas emplea el punto y aparte–, y ese aliento de oralidad nos envuelve como si el mejor cuentacuentos nos contara una grata historia.


Publicado en La Razón, 10-XI-2011