jueves, 12 de enero de 2012

Directo desde el corazón




Esta es la segunda parte de un libro que ya celebramos en su momento (noviembre, 2009), titulado Fragmentos de un cuaderno manchado de vino, con edición de David Stephen Calonne y traducción de Eduardo Iriarte. Si en aquella ocasión se reunían todos los «Relatos y ensayos inéditos (1944-1990)» de Charles Bukowski, ahora, con los mismos protagonistas detrás de esta edición, es el turno de otra etapa superpuesta, 1946-1992. Dos volúmenes similares, rotundos, pero también extraordinarios. Aquí hay dureza, entretenimiento, seria reflexión enmascarada en un tono relajado y raudales de sinceridad y cómica grosería llenan todos estos textos del escritor «underground» por excelencia.

Más o menos a mitad de esas cifras citadas, en el año 1969, Bukowski vive un punto de inflexión: el editor John Martin, de Black Sparrow Press, decide ayudarle económicamente para que se dedique íntegramente a la literatura; es entonces cuando el escritor acaba su primera novela, Cartero (hasta entonces su único trabajo estable conocido había sido en una oficina de correos), y empieza a hacerse popular gracias a su serie de «Escritos de un viejo indecente», de los que hay aquí siete ejemplos, siempre con un toque pornográfico decadente y divertido. En cualquier caso, no hay diferencia entre el Bukowski de la primera época, en la que solía recibir rechazos de las revistas y editoriales y malvivía como buenamente podía en cuchitriles de mala muerte, y el segundo, ya como una estrella de recitales en diferentes universidades o locales alternativos, de lo cual también el lector podrá dar cuenta en el libro gracias a unas crónicas desternillantes.

La entrega a la literatura para el autor de La máquina de follar es siempre la misma, parte de sus vivencias más cotidianas y miserables, y, estimulado por ellas, mantiene una intensidad literaria constante tanto en sus inicios como en sus años últimos: «Los dioses se portaron bien conmigo. Me tuvieron jodido. Me obligaron a vivir la vida. Me resultaba muy difícil salir de un matadero o una fábrica y volver a casa y escribir un poema que no me saliera plenamente del corazón. Y mucha gente escribe poemas que no le salen directamente del corazón», escribe precisamente en «Maltrata a sus mujeres». Calonne dice que estas frases constituyen la mejor poética de Bukowski, y lleva razón. Esa vida de alcoholismo extremo, mujeres de ínfima extracción social que le dan tanto placer como quebraderos de cabeza y vecinos dementes colman su sed de libertad, de degustar lo «freak», de disponer de materia real que novelar.

Publicado en La Razón, 12-I-2012