domingo, 8 de enero de 2012

El hombre y su violencia



Un mundo de tensión y miseria empapa la obra de Aleksei Maksimovich Peshkov, Gorki a partir de 1862, seudónimo que en ruso significa «amargo». Fernando Otero y José Ignacio López han recorrido la ingente narrativa del autor de La madre para seleccionar catorce relatos (dos de ellos casi novelas cortas) que recorren el periodo 1892-1924 y que ejemplifican los distintos intereses literarios del escritor: el folclore ruso, la vida de las clases más desfavorecidas, el socialismo y las tragedias personales más ruines e infames.

De hecho, su literatura es el reflejo de su alma atormentada, que tuvo momentos muy difíciles: en 1887, se dispara un tiro en el corazón en Kazán. La bala le atraviesa el pulmón y le deja como secuela una tuberculosis que arrastrará el resto de su vida. El escritor había padecido una infancia y una adolescencia marcadas por la pobreza más absoluta, la muerte de varios familiares y las palizas que le propinaban su madre y su abuelo hasta dejarle sin conocimiento. La agresividad masculina sin razón de ser es sórdida y ampliamente presentada en cuentos como «Vaska el Rojo», en el que el protagonista pega a las chicas de un burdel de forma sistemática (aunque en mi opinión el final es flojo), o «El anacoreta», donde los machos agreden a las mujeres por «aburrimiento».

Los dos relatos citados, junto con «Karamora», en el que se expresan ideas sobre la desigualdad y el materialismo económico, son de lo mejorcito de un volumen irregular pero interesante: al comienzo conocemos textos en los que Gorki capta las leyendas populares en torno a la existencia de gitanos y trabajadores eventuales, pero a menudo cae demasiado en la mera anécdota. Sin embargo, a medida que su arte crece, su escepticismo («Todo son mentiras y productos de la imaginación», pág. 488) nos brinda a un autor descarnado, de corte realista y comprometido con la indignidad moral de una sociedad regida por la desconfianza y la supervivencia con un notable estilo literario.

Publicado en La Razón, 5-I-2012