miércoles, 20 de junio de 2012

Emili Teixidor, el premio de un público masivo



La muerte de Emili Teixidor i Viladecàs, a los setenta y ocho años, llega dos después de que la película basada en su novela «Pa negre» (2003) acumulara candidaturas, galardones y un sinfín de espectadores. La cinta de Agustí Villaronga, rodada en catalán, popularizó una obra que había obtenido los premios Lletra d'Or, el Joan Crexells y el Nacional de Literatura de la Generalitat de Cataluña, en una clara muestra del amplio reconocimiento del que disfrutaba el autor de Roda de Ter, tierra que también vio nacer al militar Francesc Macià, a finales del siglo XVII, y al poeta Miquel Martí i Pol.

Allí había empezado sus días Teixidor, el 22 de diciembre de 1933. De joven, se decantaría por estudiar Derecho, Filosofía y Letras y Periodismo, pero su vena literaria lo acabaría impulsando a consagrarse a la literatura después de dedicarse a la pedagogía y también al mundo editorial en torno al público más joven. Pues es en esto último donde sobresalió enormemente. Ya en 1967 triunfó, siempre primero publicando en catalán, con «Las ratas enfermas» (premio Joaquim Ruyra de Narrativa Juvenil), y luego con «El pájaro de fuego» (1969). Los más pequeños, por su parte, conocieron a su personaje de la hormiga Piga, que protagonizó diversas aventuras, como «La amiga más amiga de la hormiga Piga» (1997, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil) o «La vuelta al mundo de la hormiga Piga» (2002).

Ya en clave literaria adulta, Teixidor siguió gozando de parabienes desde el comienzo de su andadura, con títulos como «Sic transit Gloria Swanson» (1979, premio Serra d'Or) y «Retrato de un asesino de pájaros» (1988), dos novelas que también se asomaban, a partir de algunos elementos narrativos, por el guión de la película «Pan negro». En un texto titulado «Quién soy y por qué escribo», el ganador también del premio Sant Jordi por «El libro de las moscas» (1998) y habitual de la televisión catalana, habló de cómo en la literatura se pueden alcanzar los deseos expresados por las situaciones o personajes que se van concibiendo; y concluía: «Es seguramente lo único que puede mantenernos esperanzados y con fuerzas en los años difíciles, si no lo único que puede mantenernos vivos de verdad». Ahora, tras su desaparición, será su literatura lo que lo mantendrá vivo entre muchos lectores que encontraron en su novela «Los invitados» (2010) la última de sus historias.

Publicado en La Razón, 20-VI-2012