lunes, 15 de octubre de 2012

Baudelaire: dibujos y provocaciones



En agosto de 1857, se dictaba sentencia contra Charles Baudelaire. Se le acusaba de ofender la moral religiosa, de lo cual iba a quedar absuelto, pero en lo que concierne a la moral pública y a las buenas costumbres, la resolución fue distinta. Se le reprochó conducir «a la excitación de los sentidos mediante un realismo grosero y ofensivo para el pudor» en su libro «Las flores del mal», que «contiene pasajes o expresiones obscenas e inmorales» según el juez y que el propio autor definió como un «mísero diccionario de la melancolía y el crimen». En concreto, se trataba de seis poemas por los cuales el poeta tuvo que pagar una multa de trescientos marcos, estos son: «Lesbos», «Mujeres condenadas», «El Leteo», «A la que es demasiado alegre», «Las joyas» y «La metamorfosis del vampiro», hoy versionados por Jaime Siles e ilustrados por el prestigioso artista holandés Pat Andrea en «Las flores del mal. Los poemas prohibidos» (editorial Libros del Zorro Rojo).

Lo que es menos conocido, dentro de la leyenda de bohemio prostibulario y rebelde que rodeó la existencia de Baudelaire, es que en el mismo año en que era procesado por su polémico poemario, recibió del gobierno francés una ayuda económica a la creación de dos mil quinientos francos. En todo caso, los títulos citados líneas atrás ya marcan su afán de provocar en lo concerniente al sexo, al lesbianismo o a lo macabro. El poeta parisino sería víctima de sus propios excesos (drogas, alcohol y muerte por sífilis), pero por el camino dejó una obra lírica –la citada más los «Pequeños poemas en prosa» (1862)– cuya influencia en toda la poesía universal posterior es inmensa. Asimismo, también se dedicó a la prosa, con la novela «La Fanfarlo» y el ensayo sobre drogas «Los paraísos artificiales», y en su haber también hay apuntes a modo de diario, aforismos que ahora se recogen en un volumen precioso, «Dibujos y fragmentos póstumos» (editorial Sexto Piso).

En él, el escritor mexicano Ernesto Kavi ha seguido la dispersa senda de los dibujos de Baudelaire, logrando reunirlos todos, tanto los que se publicaron en su día, póstumamente, como los pertenecientes a colecciones privadas. «Baudelaire siempre creyó que el hombre debía ocuparse sólo en cultivar la belleza, en satisfacer sus pasiones, en sentir y en pensar», dice el traductor, que tras los interesantes bocetos del poeta (retratos y autorretratos, sobre todo) edita los manuscritos con los que esa idea se materializa con diafanidad. «Proyectiles» y «Mi corazón al desnudo» –fragmentos que ya tradujo Rafael Alberti en 1943; él los llamó «diarios íntimos»–, más «Pensamientos y aforismos», «Ideas y listas de obras» o «Proyectos de prefacio a “Las flores del mal”» son algunos de los bloques en los que Kavi divide la obra fragmentaria de Baudelaire, que abarca el periodo 1854-1866. Una edición, asegura, que «es la primera en publicar estas notas tal y como Baudelaire las dejó después de su muerte».

Por eso mismo, se trata de anotaciones desordenadas, con correcciones y en algún caso frases repetitivas, aunque siempre iluminadoras en grado sumo para el aficionado del que se consideró un alma gemela de Edgar Allan Poe, el otro poeta maldito por excelencia de la época, al otro lado del océano, y que aparece en estas páginas varias veces como ejemplo y faro de una andadura extravagante y desdichada, pero por encima de todo poética y libre.

Publicado en La Razón, 15-X-2012