sábado, 27 de octubre de 2012

Nueva York: la ciudad orgullosa



Este otoño se ha cumplido el 150º aniversario del nacimiento de uno de los mayores cuentistas estadounidenses. Desde 1919, un prestigioso premio lleva su nombre –lo han obtenido algunos de los mayores narradores americanos–, lo que da cuenta de la importancia de la obra de este hombre que se llamó William Sydney Porter hasta que quiso reconvertirse en O. Henry, seudónimo inspirado en un gato de un amigo de Austin, la misma ciudad donde fue acusado de malversación en el banco donde trabajaba, en 1896. Para no ser juzgado, se fugó a Honduras, pero a su vuelta fue encarcelado, y entre rejas empezó su trayectoria literaria. 

Ya instalado en la «orgullosa ciudad de Nueva York», como la llama en el relato «El califa, Cupido y el reloj», en 1901, O. Henry habló de lo que conoció: de los perdedores y de los buscavidas, de los mentirosos y de los pícaros, de los marginados de la sociedad. «Una historia digna de ser contada», dijo el autor cuando publicó «Los cuatro millones» (fuente de estas historias traducidas ahora por J. M. Álvarez Flórez), en referencia a la población neoyorquina que había a inicios del siglo XX. Ahora el lector, como en su día destacó Borges, podrá asombrarse ante el método del «trick story», tan explotado por Poe: el relato corto debe escribirse según su desenlace.

Publicado en La Razón, 25-X-2012