martes, 19 de febrero de 2013

Un suicida en una pared de Poble Nou


Fue hace unos pocos domingos. Paseaba hacia el mar, perdido por las calles de Poble Nou, barrio algo más dignificado que el que recuerdo de niño, cuando era un lugar espantoso, páramo de fábricas grises y sospechosas, aceras con delincuentes y locales nocturnos sórdidos que tuve a mal visitar en la juventud. Me pregunté, en ese paseo inocente, mañanero, de turista en la propia ciudad de uno, por qué alguien pondría en la pared de una fábrica el nombre de uno de los escritores más raros del siglo XX, un suicida al que le dediqué un párrafo en mi libro El gran impaciente. Suicidio literario y filosófico. Aunque tal vez todo se comprenda al saber que el autor pudo caminar hace casi cien años por las mismas calles que yo pisé.

1919 A los 32 años, el poeta estadounidense de origen francés Arthur Cravan, seudónimo de Fabian Lloyd, desaparece en las aguas del Golfo de México a bordo de un velero. Durante la guerra había viajado por Europa central con pasaportes falsos, instalándose en Barcelona en 1916 para dirigir una academia de boxeo y, luego, desafiar en Madrid al campeón del mundo de los pesos pesados, Jack Johnson, quien le tumbaría en el primer asalto. Esta extravagante vida hallará estabilidad al regresar al año siguiente a Norteamérica y conozca a la poeta Mina Loy, con la que se casará y tendrá una hija. Pero todo empeora y Cravan acaba viviendo en la indigencia.