domingo, 14 de abril de 2013

Entrevista capotiana a Alfonso López Alfonso


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alfonso López Alfonso.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Si fuera consciente de no poder salir de él, no elegiría ninguno. Si no fuera consciente, es decir, creyendo que uno puede escapar, me valdría casi cualquiera. A ser posible uno en el que las palabras libertad, igualdad, fraternidad, signifiquen algo.
¿Prefiere los animales a la gente?
En conjunto no. Sin embargo, si personalizáramos... Seguramente sería capaz de cambiar a algunas personas por animales, y tengo la íntima convicción de que ganaría con el cambio. Admiro la capacidad de abstraerse que tienen las vacas, la rapidez de los lobos, la nobleza de los perros y el dominio celestial de los halcones.
¿Es usted cruel?
No deliberadamente, pero...
¿Tiene muchos amigos?
Los justos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No manejo un perfil del contratante.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Mucho menos de lo que me decepciono yo mismo.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento serlo, pero supongo que dependerá de la distancia y el cristal con que se me mire.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Si he de ser completamente sincero, y voy a serlo para hacer honor a la pregunta anterior, me gustaría dedicar todo el tiempo a follar, que como todo el mundo sabe es una actividad estrictamente intelectual. Pero como una cosa son los deseos y otra bien distinta la realidad, suelo ir al cine o leer algún libro, que como todo el mundo sabe son actividades intrínsecamente estúpidas.
¿Qué le da más miedo?
El desvalimiento, el dolor, la enfermedad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El nivel de corrupción a nivel político e institucional que ha alcanzado este país. Sabía que formábamos parte de una sociedad corrupta y, por tanto, esperaba que nuestros representantes e instituciones lo fueran en alguna medida, pero no parecía preocupante mientras la estadística nos mentía diciéndonos que nuestro nivel de corrupción estaba en la media europea. Ahora, por lo visto, estamos al nivel de algunos países africanos. Sin duda, cada pueblo tiene el gobierno y los representantes públicos que se merece, pero en cuestión de trapicheos estos cabrones están demostrando sacarnos ventaja.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No creo que se pueda decir que soy escritor ni que lleve una vida creativa. Algunos nacemos para sobrevivir, y a eso nos limitamos. Si volviera a nacer, me temo que tendría que hacer lo mismo: sobrevivir.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Suelo correr. Me estoy entrenando para cuando tenga que hacerlo delante de la policía.
¿Sabe cocinar?
No me salen mal el caldo de berzas y la lubina al horno. Y soy el rey del huevo frito.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A David el Gnomo, porque dijo aquello de que "nadie es mejor por ser más grande".
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Salvación.
¿Y la más peligrosa?
Salvación.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas, a mí el primero.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy votante de Izquierda Unida y nostálgico de Julio Anguita. Suelo decir que hay que anguitizar este país.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Piedra, porque al tiempo le cuesta más doblegarlas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Me acojo a la Quinta Enmienda (coño, siempre he querido decir esto, como en las pelis).
¿Y sus virtudes?
Ah, esto es otra cosa. Veamos... Tengo una nariz apolínea.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿La de una bombona de oxígeno? ¿Una caña que salga de mi boca y alcance la superficie? Sinceramente, espero no tener que verme en esa situación, y si me veo, mucho me temo que las imágenes importan poco, lo realmente importante es ser un buen nadador o tener unos pulmones de repuesto.
T. M.