jueves, 18 de abril de 2013

Entrevista capotiana a Martín López-Vega


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Martín López-Vega.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La Vía Láctea. Si no se vale, el Trastevere.
¿Prefiere los animales a la gente?
Nunca he sido muy bichero. Prefiero a la gente, cuanto menos animal, mejor (salvo a ratos, y sólo para ciertas cosas).
¿Es usted cruel?
Lo he sido, y probablemente podría volver a serlo. Trabajo en mejorar ese aspecto, entre otros. Tal vez prefiera a la gente porque para animal ya me tengo a mí.
¿Tiene muchos amigos?
Una amiga me contó que una vez alguien que le dijo: “Lo siento, me caes muy simpática, pero ya tengo todos los amigos que necesito”. Procuro tener siempre justo los amigos que necesito, menos uno. Siempre hay que dejar un puesto vacío.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No sé lo que busco, pero sé lo que tienen en común: no tienen ideas preconcebidas sobre la amistad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca espero nada, así que nunca me decepciono. Me gusta estar, como decía Denise Levertov, “alerta ante lo posible”. Recibo gratas sorpresas de forma continua.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento ser sincero de acción para evitar luego verme en la tesitura de ser sincero de palabra, que es una cobardía. Es como decir: “Resulta que la verdad es esta, ahora, arréglatelas tú con lo que yo he hecho mal”.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Follando. Riendo. Leyendo. Por ese orden.
¿Qué le da más miedo?
Que sufran aquellos a quienes quiero y no poder hacer nada por evitarlo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que sigamos gobernados por imbéciles.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Creo que hubiera sido eremita. No descarto que sea uno de mis próximos empleos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Aparte del obvio, soy librero: cargo cajas de libros.
¿Sabe cocinar?
Me gusta mucho. En la cocina me alivio de mi vocación de químico frustrado (una de tantas).
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Ovidio.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Alegría.
¿Y la más peligrosa?
Hoy por hoy, democracia. Se ha quedado hueca.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Soy tan despistado que es imposible que pueda cometer el crimen perfecto. Y no me gustan las chapuzas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La revolución.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mi siguiente reencarnación. Pero no tengo prisa. Me gusta casi todo de esta vida.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Buscar cosas que duren y luego ser el primero en cansarme de ellas.
¿Y sus virtudes?
Todas las que se me ocurren están a punto de ser defectos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sólo música. Pero no sé cuál.
T. M.