sábado, 8 de junio de 2013

20 años sin Drazen Petrovic

canasta en el jardín de una casa de Pensilvania

Anoche, en la tele azarosa, la efeméride que me golpea el corazón: ya hace veinte años que Drazen Petrovic murió en un accidente de coche, en Alemania. Ya hace veinte años de todo lo importante. En el telediario, la imagen del Genio de Sibenik, y una estatua erigida en su memoria. El Amigo de entonces, recuerdo, me llamó por teléfono para darme la mala nueva. Hoy nadie duda de que fue el mejor jugador europeo de baloncesto que haya pisado una cancha. No hubo un talento igual, solo a la altura en competitividad a Michael Jordan, como se puso de manifiesto en la final de Barcelona 92 entre Croacia y Estados Unidos.

Esta mañana, curioseando en la red, buscando a aquel que marcó una época, todo un deporte, encogido de miedo porque el tiempo haya dado un suspiro de dos décadas, encuentro un artículo que alguien ha firmado por mí, pues dice con dolorosa claridad, con nostalgia irreparable, lo que siento. Es de Raúl Vilas, periodista de Libertad Digital, y se titula “Drazen Petrovic, o cuando el baloncesto era nuestra vida”. Un texto que solo entenderán los que teníamos alrededor de veinte años, vivíamos en la grisura absoluta, jugando en las calles mañana, tarde y noche, con frío, lluvia o calor, durante toda aquella adolescencia que se extendió gracias al basket, que trascendió gracias al basket, que fue algo dentro de la nada.

Ayer todos recordaron los 62 puntos que Petrovic endosó, con la camiseta del Real Madrid, al Caserta en la final de la Recopa de 1989. Pero también cómo había destrozado antes al propio Madrid jugando con la Cibona de Zagreb, y cómo en la NBA lo infrautilizaron los Portland Trail Blazers y consiguió por fin el estrellato con los New Jersey Nets, en un legado que aún dura, pues no en vano el mismísimo LeBron James dijo que había sido el mejor jugador no estadounidense de la liga americana. Descanse en paz: Drazen Petrovic, y el tiempo que ya ha transcurrido para los que lo admirábamos.