viernes, 7 de junio de 2013

Entrevista capotiana a Rodrigo Urquiola Flores

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rodrigo Urquiola Flores.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Se me ocurren muchos lugares. Quizás Tarija, por todos esos recuerdos que probablemente nunca sucedieron. Quizás un lugar pacífico cerca del mar, por esa ansia tan boliviana de estar a unos pasos de ese gigante azul que se nos arrebató en una guerra castradora y estúpida. Quizás La Paz, que es donde ahora vivo, donde está mi familia, los amigos y la certeza de que posee la mayoría de los recuerdos verídicos. Lo mejor sería la unión de estos tres lugares en uno solo, así no lucharía por escapar, porque de lo contrario, lucharía. Imposible. Por el momento sólo deseo estar en donde estoy, extrañando lo que no fue ni quizás podrá ser y queriendo lo que es.
¿Prefiere los animales a la gente?
Antes los prefería. Ahora me doy cuenta de que hay muchas personas preferibles a los animales. Es mejor pensar en ellos, en los preferibles. Los otros no tienen solución, los animales serán siempre mejores compañeros que ellos.
¿Es usted cruel?
De niño procuraba serlo bastante, claro, sin saber del todo qué cosa era la crueldad, creyendo que apenas era curiosidad y aprendizaje. Ahora, francamente, espero no serlo, a pesar del permanente empuje de la curiosidad y el aprendizaje que todavía no llegó.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muchos amigos. Estoy feliz de tenerlos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No busco ninguna cualidad en específico y tampoco me preocupo por acentuar alguna que yo crea poseer, todas ellas, las cualidades, se van encontrando de a poco, casi accidentalmente. Recuerdo que lo primero que intercambiamos, allá en colegio, con uno de mis mejores amigos, fue un par de golpes y un par de patadas en una cancha de cemento. En todo caso, prefiero que mis amigos tengan la cualidad de, si nos peleamos en determinado momento, a golpes o a palabrazos, poder olvidarlo con facilidad y no permitir que tonterías interfieran en nuestra amistad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A veces sí. A veces no me doy cuenta de que debería haberme decepcionado por alguna cosa. En todo caso, me imagino que tantas veces como yo los decepciono a ellos. No suelo llevar un conteo ni un recordatorio de estas cosas.
¿Es usted una persona sincera?
Procuro serlo. Es complicado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Prefiero leer o jugar en el Play Station o ver un partido de fútbol.
¿Qué le da más miedo?
La muerte de algún ser querido. La enfermedad. Algún accidente. La ceguera.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Mmm, creo que no hay nada que me escandalice. Creo que me escandalizaría ver hipopótamos y leones sin control corriendo libres por las calles de La Paz.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Quizás hubiera sido un periodista deportivo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hasta antes de que me practicaran esa cirugía, jugaba fútbol casi cada domingo en Wilacota con los amigos de colegio. Ahora sólo camino, mucho, pero porque es inevitable tener que hacerlo en esta ciudad.
¿Sabe cocinar?
Más o menos. Más menos que más, en realidad. Panqueques y fricasé y algunos alimentos mucho más básicos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Elegiría a Mariano Melgarejo, para divertirme un poco, o a José Saramago, para aprender.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Luz.
¿Y la más peligrosa?
¿En este momento?, ¿en este país?, ¿en estas circunstancias? “United States of America” o “Socialismo” o “Chile” o “Carnaval”, aún no me decido.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A mí mismo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna en específico. Estoy en contra de la estupidez.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un satélite espacial, errabundo a través de la continua noche sideral.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El Play Station.
¿Y sus virtudes?
Con las virtudes pasa lo mismo que con los libros que uno escribe, es mejor que alguien más te dé una opinión, caso contrario es más fácil caer en la ficcionalización de uno mismo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sería una situación desesperante, no sabría cómo ver más allá del agua que inundaría mis ojos y mi boca. Quizás recordaría a mi familia, vería sus rostros estáticos, como si estuvieran observándome, antes de ceder y expirar.

T. M.