jueves, 26 de septiembre de 2013

Entrevista capotiana a José C. Vales

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José C. Vales.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Los escritores con frecuencia vivimos en lugares de los que apenas salimos. Y, ahora que lo pienso, yo siempre estoy en un lugar cerrado y oscuro, del que no salgo jamás: mi cráneo. Mientras viva, estaré encerrado en mi cráneo y en mi cuerpo. Y, créame, a veces no es fácil soportarlo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Me gusta la gente —a veces, en términos generales y de modo individual, de uno en uno, nunca en grupo ni en masa— y también me gustan los animales. Incluso los coleópteros.
¿Es usted cruel?
Sí. Tengo esa habilidad. Por eso la empleo muy poco.
¿Tiene muchos amigos?
No. Tengo poquísimos. Uno o ninguno.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No sé si es una búsqueda premeditada, pero tiendo a buscar la amistad de aquellos que son más inteligentes que yo y que saben más que yo. (Algún malicioso pensará que eso tampoco es tan difícil). Tienen que tener un sentido del humor muy especial: si no hay risa, no hay amistad. Y, sobre todo, tienen que ser buena gente, aunque si son inteligentes, necesariamente serán buenos; sólo los tontos son malos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Bueno... diría que todo el mundo nos decepciona a veces, incluso nos decepcionamos con nosotros mismos. Pero tampoco vamos a ir exigiendo a los demás que sean semidioses de conducta, moralidad y lealtad intachables.
¿Es usted una persona sincera? 
En términos generales, no. En realidad, sí... soy muy sincero, pero ocurre que a los dos minutos puedo haber cambiado de opinión radicalmente. Y por eso la gente dice que soy un poco confuso y contradictorio. De todos modos, tengo bastante habilidad para la mentira y el embuste, como casi todos los escritores.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta dedicar mi tiempo libre a los placeres menores. A los placeres sociales, quiero decir; los que no son ni intelectuales ni emocionales.
¿Qué le da más miedo?
Me da miedo cuando dejo de controlar mis emociones y mis pensamientos. Y no temo por los demás, sino por mí mismo. Soy un especialista en arruinar mi vida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la desvergüenza, el desahogo y la ignorancia de algunos personajes públicos. Y de algunos privados también. Por otro lado, ya casi nada me sorprende.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Siempre he querido ser conductor de trenes, y arqueólogo, y profesor, y amanuense, y tener un despacho de perritos calientes en la calle, y montañero, y periodista... Algunas de esas profesiones aún puedo llegar a ejercerlas. Pero lo que más me gustaría del mundo sería ser vagabundo. Y es probable que se acaben cumpliendo mis sueños.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, corro prácticamente todos los días, de una a dos horas. El año que viene correré mi primer maratón. Y muchos fines de semana subo a la montaña. Y la bicicleta. Y juego con mis sobrinos a lo que quieran.
¿Sabe cocinar?
Sí. Soy especialista en preparar comidas y cenas cuando hay escasez de ingredientes. El otro día, sin ir más lejos, había una gran desesperación en la cocina, hasta que se me ocurrió hacer unos calabacines rellenos de carne cajún gratinados con queso. Deliciosos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No soy muy mitómano y no hay ningún personaje vivo que me atraiga especialmente. Entre los personajes históricos... bueno, creo que me gustaría tomar el té con Jane Austen, sin duda, y redactar nuestra conversación para el Reader’s. Sí, eso me gustaría. También Marilyn Monroe... bueno, dejémoslo en Jane Austen.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No sé por qué, pero a mí la palabra ‘agua’ me resulta muy esperanzadora.
¿Y la más peligrosa?
En general, el uso indiscriminado, reiterativo y abusivo de los pronombres personales de primera persona (yo, nosotros, y sus variantes de caso) me parece muy peligroso.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, jamás. A veces he querido comerme a una mujer, pero nada más.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy demasiado anárquico y contradictorio para ser de izquierdas, y aprecio demasiado la honradez y la justicia como para ser de derechas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Vagabundo, ya lo he dicho antes.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Sería una irresponsabilidad hablar de vicios públicamente, perdone que le diga. Los vicios lo son si permanecen ocultos. Si son públicos, son manías, degeneraciones, incontinencias... consecuencias de cierta incapacidad para el control físico o emocional, en fin.
¿Y sus virtudes?
Creo que tengo una hipersensibilidad alérgica frente a la vulgaridad, la zafiedad, la simpleza y la cutrería. Sí, en eso soy bueno: detecto la falta de elegancia y las torpes gañanadas inmediatamente. En los libros, la zafiedad me resulta insoportable.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Creo que se abrirían ante mí escenas que no han tenido especial relevancia en mi vida y que, de todos modos, son las que le han dado un sentido a mi existencia. Me refiero a una noche adolescente bajo las estrellas, a un día de lluvia en París, a un atardecer en Atenas, a unas risas en la playa de San Sebastián... cosas así, supongo.
T. M.
 ¿Ya? Muchas gracias. Ha sido un placer.