domingo, 8 de septiembre de 2013

Entrevista capotiana a Marina Perezagua


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Marina Perezagua.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi cabeza.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Me encantan los animales y la gente. Y las mezclas de ambos.
¿Es usted cruel?
Por medio de mis personajes, mucho, pero también todo lo contrario. Mis personajes equilibran la balanza. Lo agradezco.
¿Tiene muchos amigos?
No. Pero pongo la mano en el fuego por los que tengo. Mis amigos son mi familia elegida. Gracias a ellos estoy aquí. Son mi madre.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad. Y que sepan comprender que la amistad hay que cultivarla, como cualquier amor, aunque esto implique sacrificio.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
Extremadamente sincera conmigo misma. Eso duele, y por eso, a veces, miento a los otros. La mayoría de mis mentiras son bien intencionadas. Otras veces miento por capricho, como juego, pero sin graves consecuencias.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escribiendo o buceando en el mar en apnea. También me encanta bailar toda la noche y tocar el piano a solas.
¿Qué le da más miedo?
Un ascensor. Y la muerte. Odio la muerte. Es lo único que odio en la vida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La envidia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado ser cirujana cardiovascular. Resucitar a gente. Prolongar la vida.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. La apnea. Practico en piscina 5 días a la semana y, cuando la temperatura lo permite, en el mar. También hago mucha natación.
¿Sabe cocinar?
Sí. Sé comer bien y con tan poco dinero más me vale saber cocinar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Cualquier persona anónima pero irremplazable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Homo, en sus acepciones de Sapiens e Igual.
¿Y la más peligrosa?
Yo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Toda la izquierda que un ser humano pueda alcanzar. Pero en realidad, si pudiera elegir, elegiría que hasta la izquierda me dejara tranquila.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gustaría ser en otro tiempo. No me importa tanto qué como cuándo. Tengo nostalgia del futuro. De ver la tierra desde lejos, de paz, de que mi esperanza de vida se alargara 200 años más y conocer el amor por un robot o un alienígena.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy muy competitiva contra mí misma.
¿Y sus virtudes?
Poco competitiva con los demás.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Si me estuviera ahogando en el mar pasarían por mi cabeza todas las horas de mar que he vivido en mi vida. Pensaría que mejor ahí que en tierra. Trataría de tomar, como Iván  IIich, una última bocanada de aire, y me sumergiría en la muerte como en la vida. Ahí abajo, en el gran azul, comienza otra vida, el cielo invertido en un acto de subversión.

T. M.